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EDITORIAL

La lectura en tiempos de los nuevos medios

sábado, 23 de abril de 2016
La República Más
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Un país que no lee, es un país que poco espacio tiene en el futuro, si se compara a Colombia con sus pares en la OCDE o en la región, siempre salimos mal.

Para nadie es secreto decir algo de Perogrullo que reza: “la lectura es una de las actividades más importantes y útiles que el ser humano realiza a lo largo de su vida”. Aun así, no sobra una nueva justificación de motivos para leer un libro, un periódico, una revista, cualquier medio de comunicación o producto intelectual -on o offline- que obligue a las personas a realizar el ejercicio de interpretar unos códigos con sentido propio. El analfabetismo es, y seguirá siendo, uno de los termómetros del avance social de los países y una de las herramientas de generar equidad más efectivas.

El tema va como anillo al dedo en estos días cuando se realiza la Feria Internacional del Libro en Bogotá, uno de los eventos feriales más importantes del continente. Colombia es un país que se raja en términos de lecturabilidad de libros, solo se leen un par de libros al año (1,9 para ser más exactos) una cifra que es muy baja si se compara con el promedio de la Ocde que es de 20 libros o la de Finlandia que supera los 47, es decir casi un texto semanal. Todos los países de la Alianza del Pacífico (México, Chile y Perú) tienen un promedio de cinco textos anuales según el Centro para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, Cerlac.

Las excusas para no leer son muchas: que los libros son muy costosos; que no hay tiempo para leer; que los autores no son entretenidos; que no hay suficiente oferta de temas, o que el papel se está extinguiendo y es mejor seguir textos online a través de los teléfonos inteligentes, los computadores o las tabletas. Las razones que se esgrimen pueden ser justas, pero varían de generación en generación y allí puede radicar el principal problema. El punto va en que la lectura es muy necesaria para el desarrollo cerebral de las personas; eso sin contar todas las propiedades ligadas al conocimiento y la información. Las dos últimas generaciones plenamente identificadas por los estudios sociológicos vinculados al consumo, como son la generación X y los millennials, no son muy lectores (sin generalizar) o se asocian más a los usos culturales cercanos a los nuevos medios más audiovisuales. Los predecesores, los Baby Boomers, si eran lectores pues los libros y los periódicos no tenían mucha más competencia que la tradición oral.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, es un imperativo que los gobiernos emprendan una campaña muy ambiciosa para que todas las personas lean, que no solo se enfoquen en los más jóvenes. Leer no es cuestión de jóvenes o viejos, es una actividad social que trasciende género y edad, y es quizá allí en donde se encuentra la mayor equivocación: si un hijo no ve a sus padres leer, jamás asimilará esa práctica o costumbre como propia. La lectura es una actividad que se hereda; un padre lector tendrá hijos y nietos lectores. Vivimos una época de muchas comodidades en la que la lectura debe entenderse como una actividad más que placentera.

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