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No es buena ni la percepción ni la calificación que los empresarios dan al Gabinete del Presidente, el centro del problema no es distinto a la falta de liderazgo y ejecución
Esta semana la administración de Gustavo Petro cumple dos años en medio de una inusitada crisis de ejecución, credibilidad y liderazgo. El Presidente es consistente en sus posiciones ideológicas, lo que le imprime línea a un gabinete que se pierde y evapora entre la falta de comunicación, escaso liderazgo, rotación e incapacidad de diseñar políticas públicas y ponerlas en práctica.
Es muy mala la nota que los empresarios le ponen al Presidente y a sus ministros; la calificación es un acto reflejo que evidencia desconfianza e incertidumbre; muy a pesar de que el Gobierno Nacional ha insistido en los últimos meses en el trabajo en conjunto entre la administración central y el sector productivo.
La calificación de los ministros y principales funcionarios es un ejercicio (encuesta número 28) que se realiza desde hace más de una década y cobija las últimas tres administraciones; es una tarea muy amplio con más de 500 encuestados con nombre propio; un universo de personas dedicadas a hacer empresa, con altos cargos, responsabilidades directivas, gremiales, rectores, decanos, socios de bufetes, entre otros, perfiles que responden una encuesta necesaria para hablarles al oído a los ministros y otros funcionarios.
El Presidente ha nombrado, en solo dos años, a 39 ministros y a 54 viceministros, ninguno ha tenido un desempeño sobresaliente y todo indica que la solución a los problemas crónicos del país aún no llega, y como van las cosas, no llegará en los próximos 24 meses. Muchos de los ministros están muy ideologizados, son malos ejecutores, se enredan en lo burocrático y muy temerosos de la rotación en sus cargos; incluso algunos de ellos, de los casi 40 ministros, nunca hablaron con su alta gerencia en el ministerio, ni tuvieron comunicación alguna con sus viceministros.
Aceptan ser ministros para inflar su hoja de vida, pero su gestión es pésima, así como lo dicen las notas que les ponen los 500 encuestados. Muchas carteras no son asumidas con instituciones que deben dar resultados, solo se concentran en los contratos, los contratistas, la publicidad, los viáticos de los viajes y la atención prioritaria de los congresistas. El Presidente, para mostrar avances reales en los próximos dos años de su gobierno, debe cambiar la receta, la fórmula, de qué quiere de sus ministros.
Si sigue rodeándose de personajes sin talento para ser ministros o por favores políticos, la historia lo juzgará muy mal. En las 28 versiones de la encuesta que califica a los ministros, nunca había ocurrido que ninguno de los calificados tuviera una nota positiva. Es seguro que el Presidente tenga buenas cifras de popularidad o favorabilidad a la luz de las encuestas generalistas, pues es un líder de izquierda que ha acumulado seguidores incondicionales, pero su administración, a la mitad del periodo, no ha logrado sembrar buenas calificaciones para cosechar realizaciones en pos del desarrollo y la disminución de carencias sociales.
Quizá la inoperancia de los ministros tenga que ver con la manera de liderar el equipo de gobierno; el Presidente tiene un discurso coherente en la plaza pública, pero falla en el seguimiento de sus directrices, no hay indicadores de gestión para sus funcionarios, no hay quién empuje ni pida tareas; es una administración sin metas megas, sin objetivos concretos, no tiene números de compromiso, ni personas que hablen de logros.
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