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EDITORIAL

Es el ingreso de las familias, no el PIB

viernes, 4 de agosto de 2017
La República Más

La obsesión por la variación del PIB es válida, pero no debe desplazar la economía real, que es el ingreso de las familias, ese debe ser el objetivo

Editorial

Es común escuchar, leer o ver a los políticos y expertos en economía proyectar la realidad de un país solo basándose en la variación del Producto Interno Bruto, PIB, que no es otra cosa distinta que “la sumatoria de bienes y servicios producidos en un país durante un período de tiempo determinado, donde se incluye la producción generada por nacionales y extranjeros residentes en el país, excluyendo la producción de nacionales residentes en el exterior”. Cada día crecen las críticas a este termómetro de la economía por muchas razones que van desde el abuso del enfoque cuantitativo hasta el hecho que olvida el bienestar que generan las condiciones laborales, el ocio, los servicios sanitarios y la educación de calidad. El debate entre los cuantitativos del PIB y los cualitativos de otras mediciones sigue vivo y se ha arreciado en los últimos meses luego de ver que las revisiones del PIB por parte de la banca multilateral y el sistema financiero siguen igual. La vieja Europa no pasa de 2,5%; Estados Unidos no alcanza 2%, y los otrora exitosos mercados emergentes, principalmente en Asia, entraron en un estancamiento de sus economías. Se está abriendo paso una revisión a los termómetros de cómo se evalúa el desempeño económico de las sociedades, más que de los países, pero el debate no cuaja si desde los tutores no se cambia el discurso. En Colombia hay una obsesión por mirar el comportamiento económico desde el PIB y se olvida el ingreso de las familias que es un dato más apropiado para ver cómo van los municipios y las ciudades. Por ejemplo, el trabajo de las madres de familia que se quedan en casa, los empleados domésticos y quienes se dedican a cuidar familiares mayores o enfermos, no aparece en términos de producción económica, como si sus labores no aportaran al bienestar. Incluso, el PIB no es exacto al cuantificar el mercado del usado o los trueques muy activos en las economías rurales, y peor aún, no tiene en cuenta la economía sumergida, la ilegalidad creciente en países como el nuestro y que domina ciudades enteras, como el narcotráfico o la prostitución.

El tema se trae a colación por la especie de rendición de cuentas que el presidente Santos salió a dar a los medios en los que destaca varias de sus acciones para desarrollar al país, pero lamenta que haya recibido una Nación creciendo a tasas de 4% y lo vaya a entregar en menos de 3%. Es válido el lamento, pero debemos ver más allá y darnos cuenta que los países que crecen por encima de 6% son Etiopía (8,3%), Uzbekistán (7,6%), Nepal (7,5%) y Tanzania (7,2%), a los que siguen otros nombres menos desarrollados en el concierto de naciones como Djibouti, Laos, Cambodia, Myanmar y Filipinas. Y si miramos en la región o al menos las economías vecinas vemos que México (2,8%), Brasil (-0,4%), Argentina (0,3%), Colombia (1,1%), Chile (0,1%) y Perú (2,1%), tienen pobres crecimientos durante el primer trimestre del año. Para todo 2017 el Banco Mundial proyecta un crecimiento promedio en América Latina y el Caribe de 1,2%.

La búsqueda del bienestar social debe ser la verdadera obsesión de los gobernantes y una tesis para desarrollar por parte de los candidatos a la Presidencia de la República; una búsqueda donde entren a jugar políticas públicas que propendan por la cohesión social, la tenencia de bienes, el acceso a los servicios públicos y en especial que haya foco especial en la educación de calidad, pues concentrarse en la distribución de tierras escasas o en el ingreso monetario, no siempre ha sido una fórmula que funcione o sea acertada en países similares al nuestro.

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