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Que los gritos de gol y la alegría de ver a nuestra selección en el Mundial no nos dispersen de lo urgente e importante.
Cada 1.460 días se celebra la fiesta del fútbol en la que juegan 32 selecciones nacionales y en las que están puestos los ojos de más de 3.600 millones de aficionados en casi dos centenares de países. Y en pocas horas arranca una nueva versión brasileña con la presencia de Colombia. Pero esa máxima efemérides deportiva, como siempre sucede cada cuatro años, llega para nosotros en medio de elecciones para elegir un nuevo Presidente de la República. Esta vez, el tema central de las campañas será la paz, tras cinco décadas de guerra interna que no solo desangra al país, sino que se ha convertido en una forma de vida para la sociedad, los empresarios y los políticos.
El Mundial de Brasil nos puede distraer del proceso electoral que ha llegado esta vez a una segunda vuelta en la que los dos candidatos finalistas no difieren en su modelo político, económico y social, pero sí se distancian en las fórmulas de cómo conseguir la paz con los grupos guerrilleros. Y es tan cierta esta ‘tricotomía’ colombiana que muchos cruzan la posibilidad de salir a votar este próximo domingo con el resultado del partido de fútbol entre la selección nacional y la de Grecia. Es más. Puede pasar totalmente desapercibido que el llamado Ejército de Liberación Nacional, Eln, que atenta permanentemente en contra la infraestructura petrolera, que secuestra, asesina policías y soldados, haya comenzado un proceso de diálogos con el presente Gobierno.
Es inconcebible que la fiesta del fútbol, las pasiones políticas sectarias y el desgano por el futuro del país, dejen pasar esta oportunidad de oro para las nuevas generaciones, de vivir y trabajar por un país sin conflicto interno, o al menos sin el chivo expiatorio de nuestro subdesarrollo y corrupción, que es la guerrilla. Tal vez el Eln y las Farc sean grupos terroristas que hoy no tengan el accionar de otros tiempos, gracias a la acción de nuestras fuerzas militares, pero en más de un centenar de municipios hay una franquicia para la delincuencia, ahora llamados bandas criminales. Las guerrillas son las culpables de todo lo malo que sucede en el campo colombiano y siempre serán una amenaza latente contra el establecimiento rural. Por todo esto que no se entiende cómo puede ampliarse el abismo entre las dos concepciones de paz de los dos candidatos, ni que exista una consciencia sobre lo que un tratado de paz puede representar para los empresarios colombianos, las exportaciones y el bienestar de todos.
Está bien que disfrutemos el Mundial que gocemos con los goles de las estrellas del mundo y que veamos a nuestros muchachos jugar, pero que no olvidemos que es más urgente e importante tener una posición sobre el conflicto interno y la necesidad de pasar esta página de la historia del país. Los más jóvenes necesitan una nueva Colombia.
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