En la transición energética vamos bien

La transición energética es un tema de la campaña presidencial bastante álgido y lo normal en estas situaciones es que se mire al retrovisor y se le achaquen al Gobierno Nacional saliente toda clase de problemas. Pero no debe ser así, la administración de Iván Duque puede sacar pecho de lo avanzado en esta materia a la luz de los resultados del Índice de Transición Energética 2021 del Foro Económico Mundial, en el que Colombia se ocupó el puesto 29 entre 115 países, solo superado en la región por Uruguay, que se ubicó en la casilla 13, y por Costa Rica, en el lugar 26 del escalafón.

El Foro analizó los tres pilares fundamentales: seguridad y acceso; sostenibilidad ambiental, desarrollo económico y crecimiento. Una suerte de tridente en pos de los cambios ambientales que mide cómo los países han logrado su progreso en esa dimensión, incluso frente a riesgos y desafíos emergentes. En Colombia, durante los últimos cuatro años, las noticias sobre proyectos eólicos costa afuera más las iniciativas solares y de combustibles más limpios son permanentes demostrando que es un país líder en esta materia y que a nivel mundial ya empieza a ser un caso de buenas políticas.

Cambiar la dependencia de los combustibles fósiles es un mandato internacional para reducir el efecto invernadero y para lograr cambios estructurales para las nuevas generaciones; se posicionó la transición energética con el objetivo de modificar los usos tradicionales en los sistemas energéticos basados en petróleo, carbón y gas, no obstante este último combustible es considerado de transición. La idea del Gobierno Nacional y de los actores es bajar las emisiones basados en las fuentes renovables. Para tal efecto, la Unidad de Planeación Minero Energética (Upme) lanzó un plan estratégico a 2050 como hoja de ruta al cual se le hace seguimiento para no quedarse corto en la demanda de energía digna de una economía en pleno crecimiento.

En Colombia la oferta predominantemente aún es de carbón y petróleo, con una participación de 70%; la hidroelectricidad, el gas natural y las fuentes no convencionales, solo tienen 30%, pero los últimos años este portafolio ha ido cambiando, al punto de que el camino recorrido por el país ya sea reconocido por el Foro. Un avance importante se dio en julio del año pasado cuando el Congreso expidió la Ley 2099 de 2021 o Ley de Transición Energética, que trazó el camino hacia las nuevas energías, incluyendo compuestos como el hidrógeno dentro de su contenido.

Ahora hay que apurar nuevos proyectos, en todas las regiones, de energía solar, eólica, biomasa, geotérmica, mareomotriz y pequeñas centrales hidroeléctricas, fuentes de generación que abundan en el país, pero no han sido enlazadas en una estructura general de generación. Lo más importante frente al mundo es que la mitad de la capacidad de generación eléctrica es privada, no obstante la participación en distribución eléctrica es mucho más baja y obedece a falta de reglas claras y seguridad jurídica para los inversionistas. Colombia ha aprendido del pasado y de los errores cometidos, el gran apagón entre 1992 y 1993 se convirtió en un punto de quiebre para el sistema interconectado y el empujón dado a la transición energética por este Gobierno es de lejos un nuevo hito que hace respirar un aire de tranquilidad, no solo por el suministro sino por lo ambiental.