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Debemos pasar de los estudios y los listados a la puesta en práctica de volvernos más competitivos, eso no da espera
En forma paralela con el arranque de la apertura de la economía a finales de los años ochenta, comenzó a hablarse de la necesidad de que el país tuviera mayor capacidad de competir en los mercados internacionales, brindar condiciones para atraer capital a sectores estratégicos, generar más y mejor empleo y reducir los niveles de pobreza y desigualdad.
Un sinnúmero de reformas se adoptaron por la época en aras de aumentar la competitividad: reducción de aranceles y liberación de importaciones, eliminación de medidas administrativas sobre el comercio, libertad del mercado financiero, eliminación del control de cambios y reformas en los campos tributario, laboral y pensional, entre otras.
Desde entonces, ese propósito ha sido incluido en los distintos planes de desarrollo y son incontables los estudios e investigaciones que se han hecho sobre el tema, no solo prioridad de Colombia, sino en general en todo el mundo y con atención especial en América Latina. Pasado el tiempo, la conclusión general no deja duda: los avances son limitados y todavía persisten grandes obstáculos que restan competitividad como la infraestructura, la educación y la innovación.
¿Por qué el poco avance? La realidad es que se debe reconocer que el tema ha tenido un enfoque más agregado, macro y teórico, antes que real en función de las necesidades del país y sus regiones, en el entendido que hoy en el mundo son estas las que compiten antes que los países o estados, a los que solo les atañe funciones globales.
Solo con esa concepción regional se puede avanzar en competividad, en el entendido que debe ser claro que cada zona o región tiene sus características y requerimientos en términos de asignación de recursos y ubicación de factores productivos. De ahí la importancia de dos informes que sobre la competitividad departamental se acaban de dar a conocer. Uno de ellos, el primer Índice de Competitividad Departamental elaborado por el Consejo Privado de Competitividad (CPC) y el otro, el escalafón de la Cepal. El informe del CPC analizó 81 variables que midieron el desempeño de las regiones en infraestructura, educación, salud, medio ambiente, instituciones, producción de bienes y servicios de alto valor agregado, ciencia, tecnología e innovación, entre otros.
En el caso de la Cepal, que hace el ejercicio cada tres años, el escalafón hace énfasis en cinco factores: economía, capital humano, infraestructura, ciencia y tecnología, y gestión y finanzas públicas. Ahora queda analizar en detalle ambas mediciones, un insumo valioso para determinar no solo debilidades y fortalezas de las regiones, sino para que gobiernos pongan en marcha políticas que fomenten la competitividad.
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