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Estabilizar el precio de la comida, bajar el costo del dinero y generar más empleo formal hacen parte de la lista de anhelos durante los próximos meses
La búsqueda y cacería de nuevos libros en la inagotable oferta de buenos escritores que interpretan los momentos que viven Colombia y el mundo, es un ejercicio imperativo para quienes lideran equipos de personas, llevan las riendas de entidades y empresas rectoras de los destinos de millones, pero más allá de encontrar un nuevo texto, un escritor que mueva las fibras o alguno que con buen estilo, prosa y contenido genere acciones concretas, puede ser una tarea complicada. Siempre habrá un libro clásico que llene expectativas y que como en el poema de Bertolt Brecht, “hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.
Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”, se encuentren al menos unos párrafos que ayuden a entender y moverse en las semanas venideras. Entre las lecturas imprescindibles, e igual no menos imposibles de terminarlas, está ‘La Guerra y la Paz’, una de las obras cumbre de la literatura rusa del siglo XIX, de la que subrayamos unas líneas apara abordar esas cosas que deben pasar pronto para que el país mejore. Dice León Tolstoi que “los dos guerreros más poderosos son la paciencia y el tiempo”, justo dos situaciones contra las que todas las personas tratan de luchar permanentemente.
Cada día comienza con esas mismas obsesiones: querer las cosas para ya. Y no hay nada más genuino, querer conseguir resultados inmediatos para seguir avanzando. Lo mejor en estos casos es usar el tiempo y la paciencia a favor de los planes futuros, no hacer justamente lo contrario, remar en contra de la corriente de las líneas rectoras de la economía, especialmente. Hay cosas que necesitan tiempo y para entenderlo hay que tener mucha paciencia. Ojalá que en las próximas semanas empiecen a suceder cosas que enderecen el rumbo de la economía y que fantasmas resucitados en los dos últimos años, como el alto costo de vida, el dinero caro, la informalidad campeante y las inseguridades empresariales, tributarias y de orden público se empiecen a equilibrar, pero se necesita entender que hay que hacer prospectiva de cuándo pasarán y la paciencia es una gran aliada para salir adelante. Estabilizar los precios de los alimentos requiere muchos meses y depende de qué alimentos se consideren como prioritarios.
La canasta familiar, en su componente de alimentos y bebidas, ha tenido una variación de 25% promedio anual, la tercera más alta entre países de la Ocde, solo superada por Turquía y Argentina. Ojalá la inflación empiece a bajar muy pronto, que de 13% caiga a un dígito antes del primer semestre y que ese “impuesto a los más pobres” no siga llevándose el ingreso de las familias de menores ingresos. Se requiere mucho tiempo para que la oferta de alimentos aumente y bajen los precios, pero el problema ya no es de oferta, es de costos de producción. Colombia no produce abonos ni fertilizantes, casi todo es importado, lo que le pasa la pelota al costo del dólar y a la devaluación que no tendrá tregua ni en el medio y lejano plazo.
Quizá se acabó el tiempo de los alimentos baratos mientras no existan políticas públicas que desarrollen la producción de abonos. La inflación de alimentos no baja con decretos o normas, se reduce con menores costos y en eso sí influye el acceso al dinero para sembrar, cosechar y transportar. Ojalá la Junta Directiva del Banco de la República frene ya el alza mensual de su tasa de interés al sistema financiero que se derrama entre los cuentahabientes en tipos de casi el doble. La tasa de usura está en 42%, las hipotecas en más de 13%, ni qué hablar de los microcréditos que superan 50%. Si no bajan las tasas no habrá más dinámica agroindustrial o manufacturera, se golpearán las exportaciones necesarias para bajar el dólar, es una suerte de cadena de sucesos interconectados, que para que se alineen debe pasar mucho tiempo, mientras consumidores y productores tendrán que cargarse de paciencia.
Si la inflación no cede, la producción no aumenta, las tasas no bajan, no habrá más empleo formal que garantice a las personas mayor bienestar, ahorrar para la pensión, seguridad laboral, entretenimiento y salud. El trabajo por el trabajo no funciona, Colombia no puede seguir siendo un país que estimule la informalidad, la meta debe ser que el grueso de la población económicamente activa, unos 24 millones de personas, tenga un trabajo con todas las de la ley que le garantice buenos ingresos y satisfacer sus necesidades básicas.
Ojalá que los ministerios de Trabajo y de Hacienda logren sacar en los meses que vienen una reforma laboral que incluya el trabajo por horas, que a su vez obligue a reinterpretar la raída discusión del salario mínimo, que no sea polemizado por mensualidades sino por horas de trabajo, lo que también impacte el aporte a la pensiones, que sin lugar a dudas será el gran tema económico de 2023 que va reorganizar el mercado secundario, vía fondos de pensiones privados, destino del stock del ahorro pensional y el llamado flujo, que no es otra cosa que el descuento mensual rumbo a las arcas oficiales o al sistema privado. Ojalá sucedan varias cosas muy pronto en la economía colombiana, pero para asimilarlas hay que respetar el concepto del tiempo y se debe estimular la paciencia como virtud fundamental de los gobernantes, especialmente del Gobierno Nacional, sin minimizar alcaldes y gobernadores. No se puede caer en el inmediatismo y pretender cambiar todo en los meses que les queden en las administraciones. Debe haber la grandeza de desechar iniciativas inoportunas o para las que no hay mucho tiempo. Gobernar no es hacer las cosas a la carrera y hacerlas mal, es saber ponderar entre lo necesario, lo urgente y lo que puede esperar sucesores.
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