Bien por la firma del TLC con Corea del Sur, pero antes hay que evaluar el impacto y los logros de los ya firmados
Nunca antes en la historia del país, los empresarios colombianos habían tenido tantos mercados abiertos para vender sus productos y servicios a mejores precios que en nuestros mercados tradicionales. Pero así como se nos han abierto las puertas de Canadá, Estados Unidos, Suiza y Corea del Sur, entre otros tratados de libre comercio, también de manera recíproca nos llegan miles de artículos de primera necesidad y suntuosidad en las mismas condiciones arancelarias. Todo un escenario benéfico para el libre comercio global y una clara oportunidad para que las importaciones beneficien a los consumidores.
La nueva situación de mercado hará que los productores colombianos se vuelvan más competitivos, que renueven su maquinaria, que innoven, que eduquen su mano de obra y que giren de manera óptima sus cuadros directivos. En medio de este panorama tan benéfico para el desarrollo nacional, hay lunares que son verdaderos obstáculos que dejarán cientos de empresarios en la ruina y a miles de trabajadores en la calle. El principal es que el Gobierno se dedicó a firmar TLC a dos manos sin evaluar como iban funcionando, en una suerte de recolección de firmas y alegres anuncios. El tema de la falta de infraestructuras humanas, viales y tecnológica se empieza a sentir con mucha fuerza, y vemos cómo traer un container de productos mexicanos rotulados en Estados Unidos es mucho más barato que transportar un camión desde Bogotá a Buenaventura para intentar vender algo en Los Ángeles.
El proceso de desindustrialización que vive Colombia, el aroma a ‘enfermedad holandesa’, la revaluación del peso frente al dólar y la captura del subdesarrollo en las infraestructuras, son los jinetes del Apocalipsis industrial. No llevamos un año de TLC con Estados Unidos y no ha habido una comisión interinstitucional que haga un balance de ese tratado, ni mucho menos con Canadá o Suiza. Pero ya estamos listos para el de Corea del Sur.
Nadie está en contra de los tratados comerciales porque son ciertamente benéficos para los consumidores, una oportunidad para la competencia y una manera de dinamizar el consumo. Los costos de estos beneficios son altos y más si el mismo Gobierno no ha sido capaz de evaluarlos. Llama la atención que el mismo ministerio que está encargado del comercio exterior tenga roles y funciones en la protección de la industria. Sin ser proteccionistas, cepalinos, antiglobalizadores u obsoletos en temas económicos, vemos que hay una cabalgata de tratados de libre comercio, sin ningún tipo de evaluación de los impactos de los que hay en marcha, ni mucho menos se ha medido el verdadero impacto en las industrias nacionales y la generación de empleo.