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ANALISTAS

La azarosa situación del paro cafetero

martes, 12 de marzo de 2013
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Es difícil manifestar que no se estaba de acuerdo con las peticiones de los cafeteros que realizaron un movimiento reivindicatorio que duró doce días. Pero no se puede dejar pasar el momento sin traer a cuento lo bueno y lo malo que dejó la protesta. ¿Quién o quiénes salieron ganando y quienes perdieron? Ganaron, por supuesto, los productores que consiguieron un reajuste en el precio que en cierta forma compensa las pérdidas que venían produciéndose en el negocio. El subsidio les mejora el ingreso y los estimula a mantenerse en el sector.  Pero pierde la institucionalidad cafetera que sale debilitada y maltrecha del paro. Esto no debe ser motivo de celebración porque si algo era valioso -y lo digo conscientemente en pretérito- era la interlocución que logró mantenerse por un largo período hasta que las circunstancias cambiaron radicalmente. 

 
El Gobierno Nacional quiso en un momento considerar a la Federación y no decretarle la muerte de una vez por todas. Convocó al Comité Nacional y llegó rápidamente  a un acuerdo sobre la cifra del subsidio. Pero el salvavidas que le lanzó no alcanzó a salvarlo. Ya las bases de los caficultores no estaban dispuestas a que se los saltaran y les quitaran así, el mérito de lograr una respuesta satisfactoria para lo que estaban solicitando.  El Gobierno convocó entonces con sentido realista, a la reunión de Pereira en donde se sentaron los que desde un principio deberían estar allí para desatar el nudo: el vicepresidente Angelino Garzón, que sigue demostrando sus capacidades de experimentado negociador y los representantes de los que estaban en las carreteras, taponándolas y haciendo un ruido sin precedentes dentro de la denominada “protesta social”. En últimas se logró el acuerdo para levantar el paro, pero en el ambiente quedó un olor a chamusquina y a resquemores por parte de la ciudadanía. 
 
Como sucede en este tipo de negociaciones, siempre se conseguirán victorias incompletas. Nadie debe dudar del papel que juega el diferencial cambiario, en donde la revaluación del peso frente al dólar, continúa oponiéndose al crecimiento del PIB agropecuario y alimentando la insatisfacción de vastos sectores del país. El ministro Cárdenas  le apuesta a conseguir resultados a corto plazo sobre este problema, pero se le está demorando la llegada de las soluciones. Tampoco se advierten bajas en los precios de los abonos ni en otros insumos que reduzcan costos al productor. Así las cosas, hay mucho por hacer en favor de un subsector que como el de la caficultura, si bien no tiene el peso de antaño en la economía nacional, si agrupa a más de seiscientas mil familias que siguen dependiendo del grano para subsistir. Es un tema social de vastas proporciones.
 
Análisis aparte, merece la gravísima situación de millares de personas que sin tener relación con la caficultura, se vieron abocadas a una parálisis que les impusieron los protestantes sin consideración de ninguna clase. En ciudades como Popayán, la movilidad se redujo al 10% de lo normal; se agravó la situación de ingresos de quienes tienen que trabajar diariamente para poder comer; las empresas pequeñas o medianas pararon forzosamente; la educación se afectó y peor que todo, se puso en peligro la situación de pacientes graves que no podían ser atendidos en los hospitales y casas de salud  por la no llegada de los insumos. El esfuerzo de las Fuerzas Militares, terminó siendo el único medio para afrontar el desabastecimiento, a través del puente aéreo que lograron establecer. ¿Reponerse de este infortunio? Tardará meses y para muchos la quiebra puede ser definitiva. Y para el Gobierno, una tarea ardua por delante si se quiere recomponer el averiado tejido social. Avanzar en el diseño de la nueva estructura del sector y mantener el diálogo sobre las bases de lo que falta por componer, sin ignorar que hay una ronca tempestad por dentro.

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