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ANALISTAS

Homenaje al vencido

miércoles, 10 de octubre de 2012
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Aunque el tema obligado para un columnista de un diario económico en Colombia por estos días es la reforma tributaria, desdiría mucho de esa persona y de esta sociedad pasar por alto una auténtica demostración de grandeza-quizás la primera de un líder político de su generación en América Latina-como fue la más que decorosa presentación de Henrique Capriles en las elecciones presidenciales venezolanas. La valentía, la perseverancia, el optimismo y la hidalguía exhibidas por Capriles en su abrumadoramente desigual confrontación contra la demoledora máquina electorera de su adversario muestran la cara más noble del que debiera ser el más noble de los oficios.

En una sociedad absolutamente polarizada por un caudillo que ha hecho de la división y el odio entre sus conciudadanos su principal divisa de cambio y herramienta de gobernabilidad, Capriles planteó una campaña alrededor de la unidad y la confraternidad. En un país donde se cierran medios de comunicación a voluntad del gobernante y los discursos y apariciones de este acaparan forzosamente emisoras y canales, Capriles hizo una titánica labor puerta a puerta visitando en 24 meses más de la mitad de los municipios de Venezuela (uno cada 4 cuatro días). En una nación donde el revisionismo histórico del régimen pretende achacarle todos los males a la democracia bi-partidista del pasado-olvidando que el PSUV lleva más de 13 años en el poder-, Capriles dibujó una visión de futuro sin desconocer logros del gobierno en materia social. En una Venezuela donde el candidato-presidente anunciaba una “guerra civil” en caso de victoria del “majunche”, Capriles reconoció su derrota en forma clara e inmediata.

Chávez, que padece de cáncer y se aproxima a los 60, pronto será un triste acápite en el arduo proceso de maduración política y socio-económica de América Latina. La historia lo condenará como a todos aquellos líderes mesiánicos y personalistas que no supieron interpretar la corriente de sus tiempos y que dejaron un legado de división y destrucción. Capriles, en cambio, a sus 40, con el apoyo de casi la mitad de los ciudadanos de la que, por reservas de petróleo, es la primera potencia energética del planeta, se erige (con el mucho menos meritorio Enrique Peña-Nieto) como la principal figura política latinoamericana de una nueva generación. Una generación pragmática, abierta al mundo y al cambio, que alcanzó la madurez después del fin de la guerra fría, que no predica el resentimiento al “otro” ni lo culpa de todos sus males y que está llamada a liderar una región que adquiere cada día más peso en el concierto de las naciones.

Se equivocan los “idiotas útiles” que consideran que la victoria de Chávez es un espaldarazo a la paz en Colombia. ¿Están más dispuestas a hacer concesiones en una negociación unas Farc que tienen un simpatizante rico en petro-dólares quien les ofrece como retaguardia una frontera de dos mil doscientos kilómetros? Se confunden también quienes proclaman que Chávez es un factor de estabilidad en la región. Estabilidad quizás en el sentido de estancamiento, jamás en el de seguridad, unión o firmeza. Finalmente se engañan quienes declaran que Chávez ha sido bueno para la economía colombiana por el influjo de talento petrolero y la desviación de inversiones. La inversión y el conocimiento petrolero llegan a donde hay petróleo. ¿A qué tasa estaría creciendo Colombia y qué nivel de desempleo tendría si Venezuela, bajo un gobierno normal, estuviera aprovechando verdaderamente su potencial minero-energético y el auge de los “commodities” e importando grandes cantidades de alimentos y bienes manufacturados colombianos?

La derrota de Capriles es una pésima noticia para venezolanos y colombianos. Pero es también la señal más clara a la fecha del surgimiento de un nuevo liderazgo en un continente donde el 70% de los habitantes tienen menos de cuarenta años.

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