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ANALISTAS

Ganaderos hacen fila mientras sus animales mueren de hambre

jueves, 24 de julio de 2014
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La lucha contra la pobreza, la inequidad y los efectos negativos del cambio climático son parte de los grandes desafíos del presente siglo, y sus logros parciales ponen en evidencia el pésimo escenario que nos espera frente a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, reto establecido entre la Organización de Naciones Unidas (ONU), gobiernos y sociedad civil. Nuestros productores rurales colombianos se ubican en las partes altas de las cordilleras, enfrentando inestabilidad en los suelos y una escasez hídrica inmanejable en su entorno. De igual manera se encuentran en las costas, donde pasan de situaciones de inundación a sequía con alta frecuencia, asumiendo las devastadoras consecuencias económicas e impactos en el bienestar de los animales.

Tradicionalmente se evalúa el bienestar de los animales a través de la medición de cinco libertades, dentro de las cuales estar exento de hambre y sed pesa de manera significativa. El Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Colombia viene subsidiando a algunos productores para acceder al seguro agropecuario. De igual manera dispuso de $3.450 millones para adelantar un programa de distribución de alimento para bovinos, informó el Ministro,  y se celebró una alianza con Empresas Públicas de Medellín para buscar estrategias que favorezcan el acceso y disponibilidad del agua para la región Caribe colombiana. Son loables las acciones anteriores, pero insuficientes en un plan de cobertura efectiva y de atención eficiente. Además, más allá del acceso y disponibilidad del recurso, se deben tomar medidas encaminadas a la búsqueda del aprovechamiento, inocuidad y calidad del recurso.

El censo ganadero en el país, en 2013, fue de 23.008.253 bovinos, de los cuales 65% se encuentra en los departamentos donde viene impactando negativamente la contingencia climática. Al dividir la inversión en alimento dentro de la población ganadera nacional, obtenemos un rubro por animal inferior a $148. Para complejizar las cuentas, si un bovino en promedio consume en forraje verde entre 10% y 12% de su peso, es irrisorio el impacto que se pueda esperar en términos de bienestar con el recurso económico propuesto para enfrentar la emergencia.

La tarea, que no es fácil, es disminuir la vulnerabilidad que tienen los productores ganaderos frente a los impactos negativos generados por las adversidades climáticas, y a toda costa evitar las soluciones que no sean sostenibles en el tiempo, generando una clara “maladaptación”, por la dilatación en la búsqueda por resolver el problema de fondo, con resultados a mediano o largo plazo.

La Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (Ungrd) de manera paulatina, aunque tímida aún, viene incorporando la atención de los animales y productores de manera explícita en los Planes Nacionales de Contingencia ante el fenómeno del niño. En dicho plan a los ganaderos les recomienda “buscar sistemas alternativos de abastecimiento de agua para los animales y acudir a la sombra de los árboles”.  El estrés calórico en el ganado puede reducirse con la implementación de sistemas silvopastoriles, logrando además positivos efectos sobre el consumo del animal, producción, reproducción y supervivencia.

La disminución en el nivel de agua en los embalses, el deterioro de manantiales, y desabastecimiento en pozos naturales nos llevarán a depender de la captación de aguas lluvias. El manejo eficiente del agua no es una alternativa más, es la única salida. Leonardo da Vinci desde la época del renacimiento muy bien nos advirtió que “el agua es la fuerza motriz de toda la naturaleza”.

En la actualidad la muerte de animales por la contingencia climática es noticia diaria, y las medidas paliativas continuarán y en el mundo seguiremos celebrando en marzo de cada año el día mundial del agua. Mientras tanto las universidades, soportadas en el corto presupuesto gubernamental para investigación, deben seguir aportando en la búsqueda de alternativas sostenibles para los ganaderos del país, como un eje de responsabilidad social. 

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