Victorinox celebra sus 130 años con un reloj militar indestructible

Madrid_ Seguro que han sido pocos los que le han dado uso al limpiador de escamas o al mini destornillador para gafas. Nada que preocupe en exceso al fabricante Victorinox, porque más que utilidad, vende emoción, con un alcance que han conseguido pocas marcas: el regalo de una navaja suiza en el país helvético constituye un rito de iniciación a la madurez. “A los niños aún les brillan los ojos cuando sus padres se la dan”, dice un entusiasta Carl Elsener Jr., director general de esta empresa familiar tan identificada con Suiza como sus bancos, relojeras y marcas de chocolate. Cree, además, que su entrega encierra un importante mensaje hoy día: “es la forma que tienen los padres de decir a sus hijos que salgan a jugar, a la naturaleza, en vez de perder el tiempo con el iPad”.

Victorinox aún mantiene su fábrica en el pueblecito suizo de Ibach, donde quien menos atesora 20 navajas y se habla alemán. El paisaje es como de cuento. Al fondo se alzan inmensas montañas que, no obstante, se han domesticado hasta tal punto que cualquiera puede subir hasta su cima en tren cremallera y remontes o senderos.

Con un ritmo hipnótico y una precisión milimétrica, diversas máquinas ensamblan los infinitos componentes de la navaja, hechos en su mayoría con acero procedente de Francia y Alemania, con una aleación especial para la casa. También hay mucho trabajo manual, tanto para insertar las piezas más complicadas como para comprobar que nada sale de ahí con el más mínimo defecto. Industria y artesanía, juntas y bien avenidas. La familia propietaria no ha conocido otra cosa. “Teníamos la casa encima de la fábrica y cuando mis hermanos y yo queríamos sacar algún dinero, nos íbamos a la zona de empaquetado y competíamos por ver quién lo hacía más rápido”, cuenta el bisnieto del fundador, quien comenzó con el negocio en 1884.

En Nueva York se presentó a principios de este verano el último lanzamiento de la marca: el reloj I.N.O.X., un modelo funcional y de estilo militar. “Para celebrar los 130 años de la empresa, hemos creado un reloj tan sólido que desafía a la imaginación”, apuntaba orgulloso Elsener. Para dar cuenta de su dureza, se le sometió a diversas pruebas. La primera no impresionó demasiado: recibió un golpe seco con un madero a poca velocidad. La siguiente se demostró bastante útil para bregar con el día a día: pasó dos horas en la lavadora. Centrifugado incluido. Por último, fue arrollado por un camión de bomberos.

Eran ejemplos de las 130 pruebas a las que ha sido sometido el reloj, como las variaciones de temperatura desde los menos 57 hasta los más 71 grados centígrados. “Se trata de la norma fijada por el Ejército estadounidense para la fabricación de sus misiles. En el mundo relojero no existe nada comparable”, resalta Elsener. También recibió agresiones químicas de todo tipo de combustibles, disolventes, productos de limpieza, insecticidas. Incluso de una solución de ácido sulfúrico y nítrico.

Los retos que tiene la marca para el futuro Este lanzamiento se suma, desde hace 25 años, al de otros relojes, cuchillos de cocina, maletas, colonias y una línea de ropa completa. “Necesitábamos invertir más en nuestra marca, que fuera más visible. La navaja se metía en el bolsillo y nadie la veía”, dice Carl Elsener Jr., director general de Victorinox, para justificar esta política expansiva. El gran reto ahora, además de que I.N.O.X. funcione en las tiendas, es la unificación visual de todos los productos para que se vinculen instintivamente a la marca.