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La medalla de la vida, la mayor insignia ganada en Boston

jueves, 18 de abril de 2013
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Alexander Obando

El lunes 15 de abril de 2013 se corrió una vez más la maratón anual más antigua, y tal vez, la más importante del mundo. Más de 25.000 maratonistas se reunieron en un evento mundial.

Es una competencia difícil que en su segunda mitad (exactamente en el kilómetro 30) reta a los corredores con un exigente ascenso conocido como el ‘rompecorazones’, pues a partir de ahí es donde la voluntad flaquea y algunos prefieren retirarse obligados por el hambre, la deshidratación, los calambres, etc.

Pero destacarse en la maratón de Boston tal vez ya no sea el sueño de todo maratonista, después de la pesadilla en que se convirtió pasadas las 4 horas de la edición 2013. Inicialmente, las explosiones parecían parte del espectáculo -al menos, para los que habíamos cruzado la meta y las escucharon de lejos-, pero al ver gente herida se formó el caos. “Todos corrían para todos lados, sin saber hacia dónde correr”, dice Henry Quinchi -uno de los más de 40 colombianos participantes-, que segundos antes se encontraba justo en la línea de meta tomándose una foto y celebrando que sumaba una maratón más a su carrera deportiva. Por mi parte, en el momento de la explosión ya me encontraba en el hotel e ignoraba lo sucedido. Henry llegó muy agotado exclamando “¡Mi Dios es grande!”. Si la bomba hubiera explotado 20 segundos antes, tal vez no estaría con nosotros. Hasta ese momento, aún no teníamos dimensión de lo sucedido, tal vez reflejo de lo que nuestro país ha vivido, en donde la violencia ha dejado parámetros más crueles que lo sucedido en Boston. Tan así, que chateando con un amigo en Colombia lo primero que pregunta es “¿Cuántos muertos hubo?” Al responderle me dijo “¿Solo 3? Pensé que había sido algo grave”.

Las sirenas invadieron la zona y aún seguíamos sin dar mucha importancia a los hechos, quizá pensando que algo de la organización había salido mal y que había unas pocas personas heridas; hasta que llegó Faber Berrocal -otro colombiano- a quien ya echábamos de menos y que apareció finalmente con rostro de verdadera tragedia, más allá del cansancio del recorrido. Con voz temblorosa nos contó cómo había cruzado la meta hacia la zona de recuperación, y cómo justo después escuchó las explosiones y vio cómo las primeras víctimas fueron llevadas adonde él se encontraba recuperándose. Faber casi ni podía explicar lo que vio, pero describía heridos que no tenían piernas. Fue ahí cuando nos percatamos de la gravedad del atentado. Solo fue abrir las páginas de internet para enterarnos que a EE.UU. parecía haber regresado el terrorismo. Revisé mi cuenta de correo y tenía más de 100 mensajes de familiares y amigos preguntando si todo estaba bien. Vimos también cómo muchos atletas de otros países salían con sus pertenencias del hotel huyendo de Boston.

Casi 5.000 corredores no lograron terminar la competencia y al finalizar la tarde, los establecimientos cerraban sus puertas al público. Nuestro hotel, por ejemplo, ofreció pizza gratis tratando de que la gente permaneciera adentro. Las fuerzas especiales se apoderaron de la ciudad; las zonas de parqueo se limitaron; las estaciones de metro implementaron seguridad extra; el área de meta fue totalmente acordonada, y la prensa de todo el mundo se ubicó en una esquina.

Es habitual que después de un evento de esta clase, los corredores luzcan su medalla por las calles con orgullo y alegría, pero después del atentado, muy pocos la tenían colgada y, aunque algunos lo hicieron, no exhibían ningún tipo de alegría. Tres muertos y más de 150 heridos hacen que Boston y el mundo estén hoy de luto. 24 horas después, cajas con pertenencias de muchos corredores seguían sin ser recogidas. Es lamentable que una vez más (como ha ocurrido pocas veces), el terrorismo manche escenarios deportivos. Las inocentes armas que los deportistas usamos para competir con nuestros rivales, son reemplazadas por verdaderas armas e ideologías crueles. Solo traen dolor y zozobra a espectadores y participantes. Y a nuestras familias.

*Columnista de deportes de LR. En Boston, quedó en el puesto 529, con un tiempo de 2:46:42.

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