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Estamos en la víspera del fin del mundo. En esto nos metieron el evangelio según Hollywood y los chismes en torno a los mayas.
Aunque muchos consideramos que no son más que patrañas, el ambiente apocalíptico ofrece una gran oportunidad para volver a esa pregunta que todo adolescente se ha formulado alguna vez, con distintos grados de angustia existencial: ¿Qué viene después (si es que viene algo)?Y una de las mejores aproximaciones a ese misterio insondable se encuentra en las 250 páginas de ‘El hombre que murió la víspera’ (Norma), de Sergio Ocampo Madrid.No es un tratado filosófico que se proponga descifrar la relación entre lo finito y lo infinito. Lejos de esa pretensión, estamos ante la historia de un tipo medio torpe socialmente, llamado Bruno, cuya vida gira en torno a la misión de encontrar luces sobre la oscuridad perpetua. Un profesor, un investigador, que en el primer párrafo vemos inspeccionando su soledad, su vejez y sus huevas. Y con el que cualquiera se sentirá identificado, por dos motivos: lo intriga el ‘más allá’, y cree que se le puede escapar a la muerte.
El lector irá descubriendo, en retrospectiva, de dónde surge esa fijación necrológica. Sus visitas al cementerio, sus tomas de yagé; su búsqueda de una pista, una señal de algo sobrenatural que despeje las dudas y ratifique algún tipo de fe. Y en el camino, recorrerá una extensa colección de estampas oníricas, que parecen agotar las posibilidades sobre lo que sucede cuando el corazón deja de latir. Desde la mitología griega, pasando por Jesús, Krishna, hasta el Popol Vuh, esta es una profunda y completa investigación de las visiones de las principales culturas sobre la muerte. Con espírtu crítico, y de la mano de una narración con su propia carga de suspenso. Es probable que a la mitad del texto crea haber entendido el título. Pero esconde un giro. Matará las elucubraciones tejidas alrededor de ese, el enigma definitivo. Y lo desconcertante es que sí, se puede morir la víspera.
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