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Esta variedad de vinos son el resultado del proceso que hace más de una década comenzaron José y Rafael Guilisasti, para convertir una viña chilena tradicional en una de producción 100% orgánica, que minimiza el impacto ambiental, los procesos artificiales y el uso de productos sintéticos.
“Ser orgánicos es cuidar la naturaleza, proteger el medio ambiente y valorar a las personas que hacen posible que nuestros vinos lleguen a las copas de quienes nos prefieren”, afirmó Noelia Orts, enóloga de Viña Emiliana.
Orts agregó: “El camino hacia la calidad está ligado al equilibrio de lo natural, para satisfacer la demanda de un nuevo consumidor global”.
Según los voceros de Viña Emiliana, la empresa reconoce a los viñedos como un recurso viviente con una estructura y balance naturales que deben ser respetados; por eso, lo que comenzó como un sueño en 1998, hoy es un portafolio completo y diferenciado de vinos con carácter, personalidad única y de la más alta calidad.
En el mundo, este tipo de plantaciones destacan por su cuidado por la tierra y los recursos no renovables, motivo por el que ha aumentado su popularidad en los últimos años. En este caso, el proyecto de José y Rafael Guilisasti resalta, pues las viñas orgánicas son consideradas joyas de ecosistemas, ya que contienen insectos, abejas, pájaros y otros organismos que controlan las plagas y malezas perjudiciales para la vida. “Es decir, un sistema balanceado donde las uvas pueden prosperar para arrojar un producto e primera calidad”, dijeron.
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