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Los tecnócratas criollos son queridos y estudiosos, pero pecan a veces de ingenuos, a lo mejor porque aplican sus preceptos teóricos montados solo sobre fuentes de información convencionales, útiles sin duda, pero cada día más insuficientes para explicar los fenómenos como crecimiento, dólar, inflación y otros asuntos tales como la informalidad empresarial y laboral.
Por ejemplo, leí hace unos días que “en los últimos trimestres, se observa una aceleración del consumo asociada a la mejora de los mayores ingresos reales, la reducción de la tasa de interés del consumo y la mejora de la confianza de los consumidores”.
El argumento se vale en el sentido que los tres son ciertos, pero se les puede estar dando una sobreestimación de su impacto, como la de creer erróneamente que el salario mínimo es determinante más allá de la demanda de subsistencia o el impacto de la caída de la tasa de interés en las microempresas, base de la estructura empresarial, porque la tasa está lejos de ser un estímulo, al menos todavía, lo cual se comprueba con los datos oficiales y no oficiales. Basta ir a Corabastos o a los sanandresitos para ver el poder del gota a gota.
No hay que engañarse. Aunque la devaluación del dólar por el efecto Trump no se puede negar e implica una revaluación del resto de monedas (incluyendo al pesito) y del oro, desde el mismo momento que Petro anunció acuerdos con las bandas criminales (el Pacto de la Picota) que prometen una amnistía así sea parcial, se ha revaluado más el peso y se explica en cosas concretas: en los últimos 3,5 años han llegado US$12.500 millones por exportaciones de más de 230 toneladas de oro, cuando la producción no da para 150. Por ese oro han ingresado más de $50 billones al consumo nacional. El negocio es tan brutal que se sabe que en solo el bajo Cauca antioqueño operan 80 “dragones” brasileños que vale c/u US$1 millón. Según la PGN, en 28 departamentos (de 32) hay minería ilegal de oro y el negocio lo manejan en muy buena parte bandas delincuencias, narcos y disidencias de guerrilla. Y financian el terrorismo.
Pero no es solo el oro. En estos tres años han entrado alrededor de US$35.000 millones en remesas de colombianos, esto es, unos $140 billones y aunque la cifra no es comparable con el chorro que entra a países como México, merece investigar cuanto es lavado en pequeñas cantidades.
Y luego está el turismo que no es secreto es usado en parte para lavar. Los datos no depurados de turistas extranjeros no residentes fueron en 2024 de 4,3 millones y de dos millones de colombianos que vienen por días. Se habla de que un turista foráneo gasta aquí en promedio US$1.650 mientras en México no llega a US$1.000, lo cual mostraría que la cifra colombiana está inflada por razones desconocidas incluyendo la utilización parcial para lavar.
Puede que, aunque el crecimiento del PIB de poco más de 2% esté muy por debajo del promedio histórico de 4%, sí es obligación de estudiosos, gremios y gobierno averiguar con certeza su procedencia, no por flagelarnos, sino para no hacerlos ilusiones, tomando la frase de “dulce presencia que se llama la inocencia y se cura con la edad” ¿Le interesará el problema a este Gobierno?
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