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1. Los datos más confiables sobre el impacto de la coca en la economía colombiana son los hechos por el investigador Daniel Ruiz, quien calcula que en 2024, su impacto alcanzó un 4% del PIB nacional y si se tiene en cuenta que 1% de la riqueza nacional equivale $17,5 billones, se está hablando que la corriente económica recibió en el último año unos $70 billones por ese concepto.
2. Las exportaciones de oro, según el Dane, ascendieron el año pasado a US$4.100 millones, y si se confía en la PGN que advierte que 85% del oro que se produce en el país es extraído ilegalmente, la conversión simple da que el negocio ilícito reportó casi US$3.500 millones, unos $14 billones y más de US$16.500 millones en cinco años, $65 billones.
El negocio es tan rentable que se estima que hay unos 80 dragones brasileños en el Baja Cauca arrancando oro de los ríos y cada dragón vale US$1 millón, $4.000 millones. Las peleas entre Mordisco y las disidencias es por el oro igual en tanto que en Catatumbo hay coca de por medio.
3. Hay otras fuentes de menor magnitud, pero que también alimentan la corriente de dinero ilegal que está entrando al país, así sea solo una parte de las cifras. La primera es el turismo, que ingenuamente la MinCIT calcula en US$10.120 millones en 2024 y para 2025 un monto de US$11.100 millones. Esos datos requieren una desagregación, pero por el prurito de mostrar resultados no se hace, aunque todos los agentes saben que una porción significativa o es turismo criminal y asqueroso, o es lavado de dólares en otra proporción. Qué bueno que el Banco de la República ayudara a discriminar esos rubros en la balanza de pagos, pues nadie cree que un turismo extranjero que visita a Colombia deja US$2.000, cuando en México, que entran diez veces más turistas, deja US$1.000 por viaje.
4. Y luego están las remesas, giros de los colombianos que han emigrado y que envían dinero a sus familias. En 2024 ingresaron US$12.000 millones y en 2025 pasarán de US$13.000 millones que implican en promedio $50 billones/año que van al consumo interno. Según el Banco de la República, esto representa alrededor de 2,8% del PIB nacional. Una parte significativa es un sostén de muchas familias colombianas, pero otra es lavado de dinero que envían narcos y contrabandistas al país en pequeñas cantidades. ¿Cuánto? Nadie sabe la proporción, pero hay cada día más creciente. En pequeños pueblos del país hay transitando camionetas de más de $300 millones y hay concesionarios con pedidos para entrega a más de 90 días.
En el primer semestre de este año, el dólar se depreció 11% frente a otras monedas, la mayor caída en 50 años y podría seguir bajando en lo que resta del año, razón por la cual se ha revaluado en parte el “pesito” colombiano, así algunos crean que es por la “fortaleza” de la economía criolla. La otra parte la ponen la coca, el oro y en alguna proporción el turismo y las remesas. Y los beneficiados, los narcos, los importadores de armas, el contrabando, (Pitufo se volvió un fantasma), la informalidad laboral y empresarial y la delincuencia organizada, dicen que el robo de la Ungrd.
Por eso, el consumo local está creciendo el doble por encima del PIB y todos nos alegramos, comenzando por el Gobierno, argumentando que se debe a las menores tasas de interés y al aumento del salario mínimo de subsistencia que según eso estaría desbordado. Los expertos siguen elucubrando y desconocen la realidad. Es la “dulce presencia de lo que se llama la inocencia y se cura con la edad”.
El primer daño es el tránsito de la búsqueda genuina de la verdad hacia la imposición de la posverdad, donde los hechos dejan de importar y son reemplazados por narrativas conveniente