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Las redes sociales son símbolo de modernidad, con temas muy positivos de transformación de sociedad y de conectividad. Sin embargo, también han sido un instrumento para manipular información y construir narrativas que no necesariamente son verdad. Aprovechando su masificación y repetición, crean una “nueva verdad”, una “pos verdad”.
En ese propósito, desacreditar a los medios de comunicación profesionales y generalizar que le hacen juego a intereses oscuros, es estratégico para confundir. Claro, hay ciertos medios y periodistas no transparentes que se apartan de su obligatorio oficio en la veracidad e imparcialidad. Por ello, como lo señalaba en columna anterior, solo el 26% de la ciudadanía confía en los medios y pocos le creen a rajatabla.
Se salvan muchos. Señalo los periódicos impresos regionales, o los periódicos especializados, que son patrimonio de las regiones y fuente de consulta para contrastar hechos o información extraída de las redes. Su archivo es un referente histórico.
Hasta la forma de titular una noticia es un arte para que, quien lo lee, entienda su contenido. Veamos ejemplos. Para estar seguro que alguien falleció, habrá que ver el obituario en El Tiempo, o para el caso regional, en el periódico local. Una noticia económica, si la tiene La República es veraz. Si lo dijo Juan Gossaín, es verdad. Lo malo es que como lo anterior es aceptado, entonces para construir una “pos verdad”, optan por soltar en redes, hasta con montajes, que es expresado por Gossaín.
Hay medios que inflan y otros desacreditan, siendo lo más malvado de este juego, las redes sociales, sin responsable de los contenidos. Las narrativas novelescas, morbosas o sensacionalistas, atraen lectores y escuchas. Qué tal el caso del accidente de Colmenares, que indujeron al público en su asesinato, y cuando salió el fallo, el accidente no coincidía con lo divulgado, y la ciudadanía en su imaginario se quedó con la historia inicial. Aquí fue la construcción de una “pre verdad”.
Ahora bien, en política, lo que se promueve en las redes muchas veces es que un candidato u otro “representa el cambio”, sin embargo, por la estructura misma de las publicaciones en redes, no se profundiza sobre el contenido del mensaje y mucho menos sobre el pasado del candidato.
Algunos usan las redes sociales para conquistar con mensajes emotivos, otros aprovechan para desacreditar al opositor. Es preocupante la difusión de propuestas imposibles de realizar económicamente, pues reconocer que existen bienes escasos, y administrarlos, es un requisito para gobernar un país. ¿Con qué fondos podrían ejecutarse los subsidios adicionales propuestos? ¿Por qué encantar a los colombianos con un manto ambiental, sugiriendo acabar de tajo con fuentes de ingreso de Ecopetrol, la principal empresa estatal del país?
No más “pos verdad”, no más narrativas acomodadas que audazmente cambian lo sucedido a ojos del pueblo colombiano. No más información sesgada de no pocos medios de comunicación, con verdades a medias, que inducen a error y confunden la información veraz.
Por eso votaré por Rodolfo Hernández, que con su mensaje directo, franco y contundente, está conquistando al pueblo colombiano.