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Analistas 28/08/2023

Modelos de desarrollo: resultados y rebeldía chilena

Sergio Clavijo
Prof. de la Universidad de los Andes

Concluye Sebastian Edwards (2023 “The Chile Project”) con una fatídica predicción: después del auge socio-económico de Chile (1984-2016) y de su crisis política (2018-2023), difícilmente volvería Chile al liderazgo en América Latina durante las próximas dos décadas. Esto debido al ambiente anti-mercados y anti-instituciones que se ha venido instalando en Chile desde hace ya una década.

Sin embargo, han surgido señales de esperanza, en 2023, de que la sociedad chilena pueda encontrar un punto intermedio de acuerdos, como aquellos que, durante 1984-2016, permitieron una exitosa transición de derecha hacia una izquierda moderada. Gracias a ello, Chile llegó a ser la economía con mayor ingreso per-cápita de América Latina, donde la pobreza se redujo a un dígito y la juventud mostraba el mejor desempeño educativo en pruebas Pisa.

Ese relato de Edwards nos deja importantes lecciones. La primera es la relevancia de ir haciendo ajustes parsimoniosos en materia económica, evitando el “Adanismo” que, por ejemplo, ha mostrado Petro en su primer año de gobierno. Los cambios por la vía democrática parlamentaria suelen salir bien-afinados, tras intensas discusiones.

La segunda lección se refiere a la necesidad de tener agudeza socio-política para detectar a tiempo el “malestar-social” que va estrechando el corredor del cambio. Dicho malestar fue creciendo en Chile, durante 2010-2016, y hoy pone a prueba el “proyecto Chile” que naciera con la “Alianza para el progreso” de JFK, tratando de evitar destinos como los de Cuba, Rusia o China.

Los relatos de Edwards encierran una doble paradoja. De una parte, se tiene el riesgo de estar convirtiendo el éxito histórico de 25 años en el aletargado-fracaso del futuro. Y, de otra parte, de tenerse un supuesto éxito en la “venta del modelo ortodoxo” a la social democracia, pero llevándolos hoy a buscar un modelo que destrone el principios de mercados y del Estado regulador.

En lo personal, no quedo tan convencido de la validez de la hipótesis de “exitosa venta” del modelo de los Chicago-Boys a la social-democracia de Chile. El rechazo anti-institucional, a través de una reforma constitucional tan radical como la fallida de septiembre de 2022, nos indica algo más grave. Si bien esta fue derrotada por un abrumador NO de 62%, resta por verse si el Comité Asesor Constitucional logrará derrotar tantas malas iniciativas amparadas en etéreos principios ambientales, étnicos y de equidad.

El libro de Edwards es rico en detalles históricos y aun quienes hemos venido siguiéndolo encontramos novedades. Por ejemplo, se cuenta que fue el propio Congreso, en julio-1973, el que llamó a las fuerzas armadas a deponer a Allende. La situación era insostenible: una inflación de 350% anual, anaqueles vacíos por cuenta de obtusos controles de precios, paralización del transporte y expropiaciones sin adecuada indemnización. El radicalismo provenía no del Partido Comunista, sino del Partido de Allende.

Y con referencia a las lecciones sobre “malestar social” (2016-2019), se tiene un cuadro que era difícil haber ignorado. Primero, allí fueron creciendo las protestas estudiantiles de secundaria y después se unirían sindicatos de maestros, hasta generar oleadas de violencia que terminaron validando movimientos anti-fuerza pública.

Segundo, los reajustes en tarifas de transporte público ocurrieron tras años de rezagos. Y cuando se activaron, las masas se enardecieron. Por eso son tan peligrosas las acciones petristas postergando alzas en tarifas de peajes y energía, similares a los congelamientos que bajo su alcaldía se aplicaron en Transmilenio. Pero la calidad de los servicios públicos y su extensión a zonas marginadas dependen de tenerse tarifas congruentes con esos objetivos.

Tercero, se descubrieron prácticas de colusión oligopólica en productos sensibles a la canasta básica. Estas fallas en supervisión estatal terminaron por quitarle legitimidad al principio de “los mercados”. La única forma de continuar validando los principios de competencia es conteniendo el poder de dichos mercados oligopólicos.

Y, cuarto, concluye Edwards que muchos de los tecnócratas terminaron refugiados en las Juntas Directivas empresariales, dando la señal de estar orquestando desde allí la concentración del ingreso empresarial., cuando lo requerido era estar batallando con ideas y desde los mismo think-tanks que habían permitido el supuesto transito exitoso hacia la social-democracia. Curiosamente, Edwards no menciona los esfuerzos del movimiento empresariales “3 x I = Inspiramos, Incluimos, Innovamos” de 2018. Auspiciado por el BID, este programa trató de exportarse hacia Colombia y Perú, pero allí también fracasaron en su intento por contener tal malestar social (ver Clavijo, 2020 “Frustración Social...” Doc-Cede-Uniandes No. 39).

Siendo yo funcionario del FMI (1991-1992), me fue asignada la tarea de ayudar a consolidar el programa que apuntalaba ese tránsito hacia la democracia en Chile, iniciado en 1988. Conocí y “negociamos” con Foxley, Zahler, Eyzaguirre el grave problema de la “deuda subordinada” que se había heredado tras la crisis financiera de 1982, luego estos relatos de Edwards me han permitido poner en mejor perspectiva histórica lo allí ocurrido, incluyendo el complejo cuadro que llevó al golpe militar de 1973.

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