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Durante prepandemia (2015-2019) fue ascendiendo en América Latina la “espuma de la rebelión anti-institucional”, la cual reclamaba aceleración en coberturas de seguridad social y opciones educativas. Aunque el grueso de la clase media regional reconocía progresos en estos frentes, la mayoría concluía que instituciones-tradicionales no actuaban suficientemente rápido y que resultados los dejaban frustrados.
Varios sociólogos y economistas concluíamos que estábamos ante “crisis aspiracional”: aunque democracia-capitalista era mejor opción para perseverar en dichos objetivos, la impaciencia política amenazaba con descarrilar dichas instituciones, llevándolos a probar expedientes que poco prometían (Clavijo, 2020 “Frustración…” Ssrn, agosto). Y así ha ocurrido infortunadamente, durante 2021-2025, desperdiciando tiempo precioso en “intentonas populistas” que nos dejan con menor crecimiento per-cápita, desempleo persistente, creciente informalidad y, sobre todo, mayor deuda pública, al haberse montado esquemas insostenibles de subsidios públicos.
En el caso de Colombia, el crecimiento se ha reducido de promedio 4% anual hacia 2,5% anual; el desempleo persiste a 9%, la inflación inercial sigue a 5% anual por excesos populistas en ajustes del SML y la deuda pública ha escalado de 52% hacia 65% del PIB. Esto último implica pagos de intereses pasando de 2% hacia 4,5% del PIB. Así, la alternativa de modelo de desarrollo económico ha sido una costosa fantasía de la izquierda populista.

Y este problema de la “frustración social” ocurre también en el mundo desarrollado, donde el péndulo de gobiernos de centro-izquierda (2020-2024) se ha movido a la derecha (2025-2026) al enfrentar serios problemas de inmigración y conflictos en Europa (Rusia Vs. Ucrania e Israel Vs. Hamas-Regional). En el mundo desarrollado se tienen serios problemas de falta de vivienda, elevados costos enfrentando los daños resultantes del calentamiento global y exigente acoplamiento educativo ante efectos de la inteligencia artificial, IA.
Relatan con profundidad Dunkelman (“Why Nothing…”, 2025) y, de otra parte, Klein y Thompson (“Abundance”, 2025) cómo estos desafíos (vivienda, clima y educación) se venían enfrentando con bastante éxito, desde los años 1960-1980, a través de un marco regulatorio comprensivo. Pero la creciente y compleja regulación amenaza con paralizar tales progresos sociales.
Recordemos algunas cifras que ilustran el buen camino que se traía, por ejemplo, en control ambiental. El número de días con peligrosidad ambiental en la ciudad de Los Ángeles se redujo de 160 en 1980 a tan solo tres actualmente (lo cual habla del éxito en mejorar la combustión-automovilística y reducir las emisiones industriales). En materia de dotación de vivienda masiva se tienen los logros en los Estados Sureños, donde se había contribuido el “sueño americano”. Con relación a la cobertura en educación superior, esta se había elevado a 50% y las mejoras salariales duplicaban sus ingresos respecto a los no-universitarios.
Pero ahora los permisos de construcción requeridos a nivel federal son unos 60 por proyecto, generándose el conocido efecto NIMBYard. La falta de pertinencia educativa y el advenimiento de IA han frenado esas ganancias salariales de los universitarios; y los efectos del calentamiento global están restringiendo el acceso de la clase media a los seguros de vivienda.
En síntesis, el afán-legislativo ambiental y las exigencias de “variadas inclusiones” están generando efectos contraproducentes en la oferta de los bienes que dicen querer promover, especialmente en vivienda e infraestructura. En este frente de la infraestructura ha pasado desapercibido el grave daño que se hace en la búsqueda de energía-limpia al prohibir el trazado de complejas redes de distribución y almacenamiento eléctrico. Patético ha sido el caso de obstrucciones a la energía de origen hidro-eléctrico procedente de Canadá.
Afortunadamente, se está tomando conciencia política de que los extremos regulatorios deben desaparecer, para dar cabida a análisis sobre objetivos, costos y tiempos en temas como vivienda, infraestructura y educación. Estos mensajes tienen especial valía en la actualidad, pues provienen de las huestes Demócratas, que hacen un amigable llamado para superar el “síndrome-DIE-woke” entre sus partidarios. Ojalá los Republicanos hagan lo propio con su desconocimiento sobre el evidente calentamiento global.
Aprovecho para que los lectores exploren otra interesante arista del daño ambiental, incursionando en los llamativos relatos que realiza la finalista del Premio Pulitzer, Elizabeth Rush (“Elevándose” 2021). Ella ha convivido con los afectados por los incrementos del nivel del mar y la dañina alteración de las llamadas “marismas” (la variedad subtropical del manglar) en los Estados Unidos, incluyendo zonas cercanas a Miami, Providence y Long-Island en New York.
Y para refrendar la conciencia ambiental y científica, también sugiero a los lectores que lo intenten por la vía de la poesía de Carolina Bustos (2024, “Calamidades…”), donde nos lleva el alma hasta Armero y nos la regresa a la esperanza de lo cotidiano.
Los que consideran que fue un error de María Claudia Lacouture invitar a Cepeda a una conversación con empresarios se equivocan. El propio expresidente Uribe se sentó con el presidente Gustavo Petro a tomar un café
Le quedan pocos meses a la administración actual y bien haría el presidente en asumir el liderazgo del gobierno y no permitir esas peleas entre funcionarios que acaban de empeorar