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Analistas 19/01/2022

La Misión es el empleo

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

No ha existido por mucho tiempo una economía exitosa que no converja eventualmente a cifras de desempleo menores a dos dígitos. He aquí nuestro talón de Aquiles, toda vez que Colombia no ha sido capaz, en las dos últimas décadas, de lograr y sostener tasas menores a 10%. Incluso antes de la pandemia, entre los seis grandes de Latam, solo Argentina y Brasil, países con pésimas políticas macroeconómicas recientes y sin grado de inversión, nos superaban. Hoy, dos años después, con una tasa desestacionalizada (lo que la hace comparable) de 12,6% al último registro de noviembre, nos enfrentamos a un problema estructural que requiere soluciones urgentes. Sobre todo cuando esas tasas aumentan desproporcionadamente las brechas de género y empleo juvenil.

Frente a esta coyuntura, y en medio de las más oscuras épocas de confinamiento, en julio de 2020, el Gobierno impulsó la Misión de Empleo, compuesta por economistas e investigadores expertos, para “estudiar la problemática del mercado laboral y hacer recomendaciones para mejorar su funcionamiento”. Los resultados salieron esta semana y nos muestra verdades de a puño, sin muchas sorpresas en el diagnóstico.

Una de las propuestas más polémicas tiene que ver con el salario mínimo, cuando sugieren que se debe ajustar solamente con el dato de inflación. La razón, según Santiago Levy, coordinador de la Misión, es que “en Colombia, alrededor de 50% de la distribución de los trabajadores está por debajo del mínimo, mientras en Chile es solo 15% y en México 22%. Sería deseable que los ingresos de los trabajadores fueran más altos, pero así dejamos fuera a la mitad de los trabajadores, y esa mitad es la de los ingresos más bajos”.

Remata anotando que “el salario mínimo es la puerta de entrada a la formalidad y a una pensión. Mientras más alto es este, más angosta es la puerta de entrada”. ¡Wam! Muchos analistas han repetido esto antes ad nauseam. Aun así, procedimos en diciembre en la dirección contraria.

Otras propuestas tienen que ver con los Fondos de Cesantías, que han perdido su vocación de ser un fondo para la eventual cesación de un empleado, toda vez que dos tercios se utilizan para fines diferentes, como vivienda y educación. ¡Totalmente acertados! Podría imaginarse uno un esquema donde sea el presupuesto general, que ya tiene contemplados ingentes recursos para esos rubros, el que asuma ese gasto, y no los aportes de los empleados formales.

En pensiones, la Misión hace agudas críticas al Régimen de Prima Media, donde “estima de forma conservadora que de los 1,5 puntos del PIB de gasto público que se canalizan a subsidiar ese régimen, 70 % son capturados por las familias en los dos deciles más altos de la distribución del ingreso”. Esto realmente es escandaloso.

Cabe resaltar que en temas de salud salimos bien librados y la recomendación es seguir el camino trazado de cobertura universal, ya sea a través del régimen subsidiado o contributivo, si bien aquí también sugieren migrar hacia una financiación más del presupuesto que de los aportes. ¡Aquí no estoy tan de acuerdo!

El hecho es que el reto de una reforma laboral no es diferente y está íntimamente ligada al reto de una reforma a las pensiones y a todo nuestro sistema de seguridad social. No podrá entonces estar ausente de los planes y propuestas en la próxima campaña electoral, donde la credibilidad y la sensatez de los candidatos deben inspirar confianza frente a la necesidad de un mercado laboral eficiente y productivo, que aumente la competitividad y el crecimiento, y que detenga y reverse la informalidad. Solo así lograremos mayor empleo y equidad.

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