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Analistas 18/11/2023

Petro desconectado

Santiago Angel

Nadie puede estar de acuerdo con las presiones a una niña que terminan en agravios. Las controversias políticas deben sacar de la conversación a las familias y a los hijos de los líderes. Ojalá eso se hubiera entendido antes de que los hijos del presidente Iván Duque tuvieran que ser blanco de todo tipo de ataques por el odio descarnado a su padre.

Presidente Gustavo Petro, los gritos de todo un estadio no fueron contra su hija, a quien ni 100 personas hubieran reconocido en Barranquilla. Los gritos fueron en su contra y son la consecuencia de la desconexión absoluta que lo rodea, producto de un coro de áulicos que no le dicen la verdad.

El gobierno va mal, la economía va mal y la lectura que tienen los ciudadanos de usted es negativa. Un presidente no puede dedicarse año y medio a sembrar la división y la polarización y esperar que en los eventos públicos le merezcan aplausos ovacionados.

El mayor talón de Aquiles de Petro es su arrogancia. El presidente no perdió las elecciones territoriales, las ganó con una “victoria presidencial”; el presidente no agrede a la prensa todos los días, es la prensa la que quiere darle un “golpe blando”; el presidente no miente en redes, es la oposición quien manipula la realidad; el presidente no llega tarde a ningún lugar, son sus enemigos quienes tergiversan la hora de sus llegadas y los cambios en la agenda; el presidente no tiene problemas con su familia investigada por financiación ilegal, es Uribe y Duque y es el Ñeñe Hernández; el presidente no ‘macartiza’ a nadie en redes haciéndole círculos en fotografías a exministras sin condenas, es la planeación macabra de Char y Fico que pusieron a miles de personas de acuerdo; al presidente no lo chiflan, quién podría chiflarlo a él, que es el hijo del pueblo.

Petro tiene un problema de desconexión con la realidad y su estrategia de comunicaciones lo único que genera es resistencia. Palacio nunca comunica en positivo. La enorme mayoría de sus interacciones en redes son en negativo. El jefe de Estado dice frases como “bombarderos de niños, adictos a la sangre, y ladrones del erario” para responder a un grito espontáneo en un estadio.

La indignación producto de una mala gestión, la pésima comunicación política y la promoción del odio no se puede reducir. El país lo demuestra en las encuestas, en las urnas y en los eventos públicos. El presidente es visto como un gobernante sumamente prepotente que está poniendo en riesgo los aciertos del sistema de salud, que ha protegido a su hijo ante un escándalo por financiación ilegal de delincuentes y que ha permitido el auge y buen momento de los grupos armados ilegales, dueños y señores en muchos territorios en donde las fuerzas armadas ahora tienen la orden de no operar.

Y luego los amplificadores del odio. Los defensores del presidente no ayudan. Cielo Rusinque, Daniel Rojas, Hollman Morris y congresistas como Alfredo Mondragón o Mafe Carrascal son vistos por una buena parte del país como divisores. No les interesa la cohesión ni gobernar para todo el país. Les interesa el activismo, tirar piedras digitales y gobernar solo para los que estén de acuerdo con el mandatario.

El presidente necesita demostraciones públicas de humildad, de ánimo de diálogo y de conciliación nacional. Las instituciones puestas a prueba le están demostrando que el caucho de la división de poderes no se va a romper. No puede seguir vilipendiando a los grandes empresarios, acusando a los medios de mentirosos, y culpando de todos los males de su gestión a quienes somos sus críticos.

Una vez más, si el presidente no le da un mensaje al país de sensatez, humildad y conciliación, la división y el odio que propone como agenda solo van a hacer que sus tres años restantes pasen inadvertidos y el péndulo se mueva rápidamente. Presidente, sea líder.

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