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Analistas 19/04/2018

Una cumbre rutinaria

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda

La VIII Cumbre de las Américas celebrada en Lima transcurrió sin sobresaltos, como una ceremonia protocolaria en la cual el ritual reemplaza el contenido. Varios factores contribuyeron a ese resultado. La ausencia del presidente de Estados Unidos, algo que sucede por primera vez en 24 años, es un indicio de la poca importancia que le asigna Donald Trump a las relaciones hemisféricas y de su actitud inamistosa hacia América Latina, en particular. Las ausencias de Raúl Castro y de Nicolás Maduro le restaron colorido a las discusiones.

Adicionalmente, la reunión coincidió con procesos políticos en varios de los países grandes de América Latina. Brasil, Colombia y México están próximos a celebrar elecciones presidenciales. Y el país anfitrión, Perú, acaba de experimentar una crisis presidencial. La no asistencia de Trump es apenas un indicio de la forma como el aislacionismo nacionalista de su administración está afectando la política exterior de Estados Unidos. El concepto de America First conlleva el abandono del multilateralismo y la renuncia a ejercer el liderazgo de la institucionalidad internacional creada a partir de la Segunda Guerra Mundial, en aras del proteccionismo y la hostilidad hacia los inmigrantes. Este viraje ha limitado la posibilidad de interactuar en forma constructiva con América Latina o de impulsar iniciativas de cooperación interamericana.

Para dar un ejemplo, la lucha contra la corrupción es un problema de actualidad que se prestaría para una acción gubernamental conjunta, como parte integral de una agenda hemisférica. Pero ese es un tema respecto al cual el gobierno de Estados Unidos se ve obligado a mantener un perfil discreto, mientras la familia inmediata del presidente esté haciendo negocios desde la Casa Blanca.

Aunque la crisis política y social de Venezuela no hacía parte del orden del día de la Cumbre, resultó ser un tema prominente de las intervenciones de los jefes de Estado y de gobierno. Con escasas excepciones, los participantes expresaron su preocupación por el carácter dictatorial del régimen venezolano y anunciaron su decisión de no reconocer el resultado de las elecciones convocadas para el 20 de mayo. Respecto a esta cuestión, se evidenció un pleno acuerdo entre el gobierno de Estados Unidos y los gobiernos de Canadá y los de la mayor parte de los países latinoamericanos. Con la participación de dieciséis gobiernos, los integrantes del Grupo de Lima emitieron un comunicado llamando al restablecimiento de la democracia en Venezuela.

La Cumbre también dio lugar a iniciativas para seguir fortaleciendo esquemas regionales de integración económica. El vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, procuró reparar el daño causado a las relaciones con México por la intemperancia verbal de Trump e indicó que en breve concluirían las negociaciones encaminadas a revisar el texto de NAFTA. En una reunión del Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, con los presidentes de México, Colombia, Chile y Perú, se acordó que en julio se formalizaría el ingreso de Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Singapur a la Alianza del Pacífico, como miembros asociados.

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