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Analistas 21/05/2015

La lucha por la libertad

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda
La República Más
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El experimento político al cual ha estado sometida Venezuela durante 16 años se ha ido degradando al vaivén de las circunstancias.  La aventura política que comenzó como una mezcla idiosincrática de populismo, resentimiento social y autoritarismo, se ha convertido en un régimen desprestigiado, arbitrario e impopular.

Mientras los precios del petróleo en auge lo permitieron, la repartición de subsidios le granjeó simpatías al Socialismo del Siglo XXI, anunciado por Hugo Chávez.  Ahora, con la economía en crisis, y la pobreza aumentando, se comprueba que el socialismo al cual se pretende hacer la transición no es el socialismo democrático como el que existe en los países escandinavos.  La versión bolivariana es el denominado socialismo real que existió en Alemania Oriental hasta 1989, cuya institución emblemática era la Stasi, la policía secreta.

La copia tropical de ese modelo produce caos económico, deterioro social, atropello a las libertades individuales y represión.

Su forma de debatir es la procacidad y el insulto.  Su actitud hacia los medios de comunicación independientes es el propósito de destruirlos.  Su respuesta a quienes disienten de la política gubernamental es criminalizarlos.

La incompatibilidad entre esas maneras de concebir el socialismo ha adquirido relevancia a raíz de la decisión del expresidente del gobierno español, Felipe González, de participar en la defensa judicial de Leopoldo López y Antonio Ledezma, los presos políticos más prominentes de Venezuela.  Esta iniciativa tiene el respaldo del Psoe, y de estadistas latinoamericanos como Fernando Henrique Cardoso de Brasil, Ricardo Lagos de Chile y Andrés Pastrana de Colombia, quienes han ofrecido acompañar a Felipe González a Caracas.

Las autoridades venezolanas han reaccionado a ese gesto humanitario con virulencia, por considerar que la defensa de los presos políticos es un intento de desestabilizar al gobierno.  La Asamblea Nacional, presidida por Diosdado Cabello, declaró a González persona no grata en Venezuela.  El Ministerio de Relaciones Exteriores le informó a la Embajada de España en Caracas que González no era bienvenido y que el gobierno no le brindaría seguridad durante su visita.

Este episodio no constituye una intromisión en los asuntos internos de la República Bolivariana.  A nivel internacional, se ha puesto en marcha una manifestación de indignación por la violación sistemática de los derechos humanos por parte de Nicolás Maduro y sus secuaces.  La Unión Europea, las cortes españolas, y los parlamentos de Brasil, Colombia y Chile han aprobado resoluciones en favor de la libertad de López, Ledezma y los demás presos políticos.

En Venezuela se están reviviendo las batallas anteriores contra las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez.  Es un capítulo adicional de lo que sucedió en el Cono Sur en los años setenta.  Los déspotas de entonces invocaban la seguridad nacional.  Los de ahora se escudan en la retórica anti-imperialista. 

El enfrentamiento entre los valores de la democracia liberal y la opresión no se presta para la adopción de posiciones ambiguas.  El origen de la controversia es nada menos que el tema de la libertad.
 

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