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Analistas 03/01/2024

Incertidumbre económica y resiliencia

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda

Si bien el hábito no hace al monje, hay cargos que imprimen carácter. Circunscribiéndonos al área económica, según Alfonso López, había dos clases de ministros de Hacienda: los ministros antipáticos y los ministros inflacionarios. Tal vez la manera más gráfica de describir la tarea de un banquero central es la de identificarlo con el personaje que cierra el bar, cuando la fiesta se estaba poniendo buena.

Lo cual es una forma de afirmar que los funcionarios responsables de mantener la disciplina macroeconómica no deben aspirar a ganar concursos de popularidad. Ahora bien, la incertidumbre y la desconfianza inversionista con las cuales termina el año 2023 no son atribuibles a las autoridades económicas. Tanto el ministerio de Hacienda como el Banco de la República están cumpliendo con su deber. La confusión y la falta de coherencia se originan en los mensajes erráticos y contradictorios provenientes de otras partes del gobierno, incluyendo la Casa de Nariño.

Dependiendo del respectivo funcionario, o del escenario en el cual se hace el pronunciamiento, no se sabe si es conveniente crecer o decrecer, si es preferible producir hidrocarburos o importarlos de Venezuela, si es deseable o no tener empresas privadas prósperas. Según las circunstancias, los empresarios pueden ser percibidos como descendientes de esclavistas o como interlocutores válidos de un acuerdo nacional.

El problema no es el de la insuficiencia de comunicación gubernamental. Más bien se trata del fenómeno contrario. La abundancia de anuncios presidenciales en las redes sociales, y la variedad de temas sobre los cuales tratan, entretienen a la opinión pública. Pero la proliferación de propuestas, en ausencia de unas directrices claras, deja sin resolver el interrogante de cuál es la idea fuerza predominante.

Las autoridades harían más armoniosas sus relaciones con los actores económicos relevantes moderando su retórica, focalizando las comunicaciones y estableciendo un orden de jerarquías en la prioridad de sus iniciativas. En últimas, gobernar es escoger.

Dicho esto, la experiencia reciente contiene aspectos positivos y deja lecciones valiosas que merecen destacarse. El país ha confirmado su compromiso con los elementos fundamentales de la democracia liberal: el imperio de la ley, la separación de poderes, la protección de las libertades individuales y la economía de mercado. Valora los estrechos vínculos con las democracias occidentales. No va a permitir sustituirlos para ingresar a la órbita autoritaria de los regímenes de Vladimir Putin, Nicolás Maduro y Daniel Ortega. Prefiere el sistema de empresa privada a la estatización y la libertad de prensa a la hegemonía comunicacional. Hay una sociedad civil vigorosa y una Corte Constitucional vigilante.

Con sus imperfecciones, la democracia colombiana tiene legitimidad y goza de un amplio respaldo social. Gracias a la fortaleza de sus instituciones, la nación ha sabido sobreponerse a gobiernos mediocres como el de Belisario Betancur y malos como el de Ernesto Samper. Lo cual permite prever que logrará sobreponerse al actual.

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