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Analistas 15/08/2013

Cuando cambian los vientos

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda
La República Más
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La actividad económica a nivel global se ha desacelerado.  Así lo confirman los indicadores relevantes y las evaluaciones de los organismos internacionales.  No parece previsible que esta situación se vaya a modificar de inmediato.  Los principales países industrializados van a requerir varios años más para sobreponerse a los estragos causados por la crisis financiera del 2007-2008.  La consiguiente ralentización económica en Europa y Estados Unidos se ha transmitido al resto del mundo, aunque no siempre de manera sincrónica. 
 
El cambio de fase de la economía mundial afecta a las naciones emergentes con diferentes grados de intensidad.  Modifica a la baja las perspectivas de crecimiento a corto y mediano plazo.  Reduce la disponibilidad de recursos financieros externos.  Hace necesario revisar las premisas de los programas de desarrollo.  También pone de presente una segmentación entre el desempeño de distintos países, dependiendo de la calidad de sus políticas públicas.
 
Durante los años de precios de los commodities en auge, los gobiernos de las naciones emergentes pudieron mostrar buenos resultados económicos, inclusive aquellos con grandes desajustes financieros.  Dependiendo de la naturaleza de las materias primas y de su importancia dentro del total de las exportaciones del respectivo país, el impulso suministrado por los términos de intercambio contribuyó entre el 0,6% y el 1% del PIB al ritmo anual de crecimiento.  Reemplazar ese estímulo va a tomar tiempo.
 
La época de bonanza fue permisiva con los regímenes que hicieron caso omiso de la restricción presupuestal, el comportamiento que caracteriza al populismo latinoamericano.  El nuevo entorno internacional acentúa las diferencias entre los países que manejaron con prudencia la coyuntura favorable, pero transitoria, de los precios internacionales al alza y los que la utilizaron para privilegiar el consumo y aumentar el gasto público.
 
El comportamiento de las economías asiáticas se enmarca dentro de la pérdida generalizada de dinamismo.  Luego de haber disfrutado tasas de crecimiento de dos dígitos, China espera hacerlo a un ritmo del orden de 7%.  El nuevo gobierno está intentando reducir el predominio del sector exportador, enfatizando la expansión del mercado interno y la mejoría en el nivel de vida de la población.  La India experimenta una desaceleración significativa, con un crecimiento proyectado entre el 4% y el 5% en 2013.  La caída en el precio de las materias primas ha llevado a Australia a reducir sus expectativas de crecimiento hacia una cifra de 2,5% anual.
 
En América Latina, las nuevas circunstancias se reflejan en menores tasas de crecimiento para Brasil, México, Colombia, Chile y Perú.  Con la excepción de Brasil, la desaceleración económica de estos países tiene lugar en un contexto de niveles bajos de inflación.  Los desaciertos de las políticas macroeconómicas de Venezuela y Argentina ponen en evidencia su enorme vulnerabilidad  a choques externos.  No debe subestimarse la magnitud del impacto que tiene el entorno internacional sobre las perspectivas de las economías latinoamericanas.  Los gobiernos disponen de un menor margen de error.  Pero la evidencia sugiere que algunas de las heridas son auto-inflingidas.

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