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Analistas 22/09/2023

Entre mi candidato y la democracia

Ricardo Mejía Cano
Gerente de Saladejuntas Consultores

El presidente Petro invirtió los últimos 30 años de su vida en atacar y criticar a los gobiernos de turno en Colombia y decir que él era el único que tenía la fórmula mágica para arreglar todos nuestros problemas. Finalmente, medio país le creyó.

Lo que nunca hizo Petro fue liderar con el ejemplo, formar un equipo de colaboradores y motivarlo a actuar alrededor de un propósito. Sus mayores detractores han sido miembros de su familia y quienes han trabajado con él y saben de su incapacidad para producir resultados.

Por otro lado, sus primeros 30 años no pudieron ser menos fructíferos. Regular estudiante, desleal con sus amigos y pésimo padre. Ni como guerrillero tuvo una acción destacada.

Su incapacidad cómo gobernante fue conocida por el país en su pésima gestión como alcalde. Sin embargo, con su habilidad para tergiversar cifras y fabricar mentiras, engañó a medio país haciéndole creer lo contrario.

Sus deficiencias de liderazgo se hicieron más visibles en su reciente descarga contra su gabinete, cuando les regañó por su falta de logros. La incompetencia más que de ellos, es de él.

En reciente reunión el gremio constructor le reclamó a la ministra de vivienda la baja ejecución en la entrega de subsidios. Ella se excusó diciendo que no había dinero. Sin embargo, la comisión cuarta de Senado, la citó a mediados de agosto para que explicara porque su cartera sólo había ejecutado en 15 % su asignación para inversión. A agosto la ejecución total del presupuesto en MinVivienda había sido inferior a 40%. En las otras carteras la ejecución es peor.

Si uno escucha las estadísticas del gobierno venezolano, todo está mejor que hace 20 años: El Socialismo del S. XXI erradicó la pobreza y catapultó a Venezuela a la modernidad. Dos días de visita en Venezuela son suficientes para desvirtuar dichas estadísticas y ver la tragedia que viven los venezolanos. No debe quedar la más mínima duda del riesgo que Petro representa para la democracia, igual que lo fueron sus amigos de Venezuela.

Por fortuna el país ha empezado a ver el engaño y tenemos la oportunidad de corregir el rumbo en las elecciones de octubre. En las principales ciudades del país, son mayoría los candidatos que harán oposición al gobierno. Muchos de ellos sin ninguna posibilidad de ser elegidos y desafortunadamente, incapaces de hacer alianzas con candidatos con mejores opciones y programas semejantes.

Es prácticamente imposible que en 5 semanas aquellos candidatos que aparecen en las encuestas con menos del 10% de intención de voto suban al 25%.

El razonamiento que debemos hacer los electores es el siguiente: si el deseo de esos candidatos sin posibilidades de salir elegidos es hacer el bien a la sociedad, la manera de hacerlo sería renunciando a su candidatura y evitando que quede el candidato del actual gobierno. Pero si su ego es mayor que su deseo de hacer el bien, como podemos entonces creer que si en un futuro aspiran de nuevo a ser gobernantes ¿El interés de la población primará sobre su interés personal?

Lo mejor que pueden hacer es atender la recomendación de gran parte del país: no queremos que los candidatos que representan con pulcritud los valores democráticos lleguen divididos.

Lo importante ahora es defender la democracia, no el candidato de cada uno.

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