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Analistas 25/08/2025

Bienestar organizacional real, no cosmético

Pilar Ibáñez
Psicóloga organizacional y conferencista

Durante años, muchas empresas han promovido la idea del bienestar laboral con acciones aisladas: fruta los viernes, clases de yoga esporádicas o mensajes motivacionales en las pantallas de los pasillos. Pero esos gestos, aunque bien intencionados, no son suficientes para construir un entorno de bienestar real y sostenible, sobre todo si desde la gerencia o los líderes no creen realmente en el tema. En tiempos de incertidumbre, burnout y nuevas expectativas laborales, el bienestar ya no puede ser un accesorio: debe convertirse en una estrategia integral de negocio.

La semana pasada fui testigo de la salida de varias personas en una empresa. Lo más preocupante no fue solo su partida, sino cómo su carga laboral fue transferida automáticamente a otros colaboradores que ya estaban al límite. A pesar de que muchos expresaron sentirse “reventados”, la única respuesta del jefe fue: “Lo sé, yo también... pero toca”.

Esa frase -“toca”- parece inofensiva, pero encierra una gran indiferencia. Es una forma de decir: “entiendo que estás mal, pero no pienso hacer nada al respecto”. En otras palabras: no me importas como ser humano.

Este tipo de respuestas, repetidas en el tiempo, son caldo de cultivo para el agotamiento emocional, la desmotivación y, eventualmente, el burnout. Porque cuando normalizamos el sufrimiento y lo disfrazamos de “compromiso”, perdemos humanidad… y también talento.

Así pues, el bienestar se vuelve cosmético es decir superficial, simbólico, desarticulado. Se enfoca en la forma, no en el fondo. Pretende mostrar preocupación por las personas, pero no transforma la experiencia laboral ni las condiciones que afectan la salud mental, la motivación o el sentido de pertenencia.

Cuando se promueve un discurso de cuidado, pero los colaboradores siguen enfrentando jornadas agotadoras, jefes tóxicos, falta de reconocimiento o nulas oportunidades de crecimiento, el efecto es contraproducente: aumenta la desconfianza, la frustración y la rotación.

El bienestar real no se improvisa. Se diseña, se gestiona y se mide. Implica una visión sistémica que considera al colaborador como un ser humano integral. Algunos pilares clave incluyen: primero, condiciones de trabajo dignas y saludables, es decir jornadas equilibradas, cargas justas, descansos adecuados y entornos seguros. Segundo, una cultura emocionalmente segura, espacios donde se puede hablar, disentir y pedir ayuda sin miedo. Tercero, un liderazgo consciente y empático donde los jefes escuchan, reconocen, cuidan y desarrollan a su equipo. Esto es muy importante ya que los líderes son como las venas de la empresa por donde va todo el oxígeno, es decir, la cultura de bienestar. Cuarto, que exista un propósito y sentido en el trabajo, es decir, una conexión entre lo que se hace y lo que importa. Más allá del salario. Entre otros.

Estudios de Gallup, Deloitte y Harvard Business Review coinciden: las organizaciones con culturas de bienestar real tienen mayor productividad, menor rotación, mejor clima laboral y mejores resultados financieros.

Además, el bienestar genuino impulsa la fidelización del talento, reduce el ausentismo, mejora la reputación corporativa y fortalece la innovación.

No se trata de eliminar las frutas ni el yoga. Se trata de que esas acciones estén acompañadas de una cultura coherente, políticas humanas y líderes comprometidos. Solo así el bienestar dejará de ser un adorno y se convertirá en la columna vertebral de organizaciones saludables, resilientes y humanas.

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