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Analistas 01/11/2022

El fenómeno Bukele

Paula García García
Conductora Red+Noticias

Tiene 41 años, experiencia en el sector privado y hablando sin tapujos alcanzó la presidencia con más de 53% de los votos. Polémico y disruptivo, Nayib Bukele, ha llevado a El Salvador, un país no muy mentado, a sonar en la escena internacional.

Prometió ser el cambio para una nación con uno de los mayores índices de homicidio del mundo: 37,16 por cada 100 mil habitantes según reportes, a 2020, de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (Undoc). Hoy, enarbolando las banderas de un estilo de liderazgo radical que resulta incómodo y genera cuestionamientos, cuenta con la aprobación de 85% de la población.

Su postura y proceder sobresalen en medio de un continente plagado de gobiernos de izquierda que comulgan con el indulto, limitan el accionar de la Fuerza Pública y lucen garantistas con quienes desdicen de la institucionalidad. ¿Representa Bukele la reivindicación del sentido de autoridad?

Tras la insurrección que se gestó en Chile para después propagarse, cual cascada, por buena parte de América Latina, la inquietud es válida. El fraguado estallido dejó una herencia compleja. Produjo el arraigo de una retórica cimentada en el odio entre clases y la desigualdad que terminó por elevar la permisividad a categoría de trofeo. Una especie de ‘todo vale’ cuyas consecuencias saltan a la vista.

Ahora, parecería que solo existen deudas por saldar, nula reciprocidad, marcada ausencia de deberes e indignantes justificaciones y gabelas a desproporcionadas acciones contestatarias. Los Estados, al borde de la condescendencia. El que la hace, la puede seguir haciendo.

En medio de un ajedrez tan poco favorecedor para hallar respaldos, imposible resulta, entonces, que pase desapercibido aquel, que sin temor a alzar su voz en contravía, se la juega por recuperar el espacio y el valor que solían ostentar la dignidad, la legalidad y la decencia.

El joven mandatario suma adeptos, incluso, fuera de sus fronteras. ¿En dónde quedan los derechos de la gente honrada?, ¿por qué cuando se habla de los derechos del resto de la población, que no es delincuente, todo el mundo se queda callado? Palabras más, palabras menos, esto se preguntaba hace unas cuantas semanas el ‘presidente millennial’, como algunos le llaman.

Sus declaraciones retumbaron, escandalizaron, pero también obligaron a reflexionar acerca del rumbo que ciertas sociedades podrían tomar. Entre ellas, Colombia. Peligrosos efectos colaterales se asoman en el afán por cumplir compromisos que obligan a descuadernar y desconocer la escala de principios básicos de convivencia. Si en la estrategia de las ‘segundas oportunidades’ estas se vuelven eternas, su compinche será la anarquía.

¿Autoritarismo es lo que hay en la administración Bukele? Discusión a lugar. Sin embargo, grandes verdades recuerda su discurso. Arrinconada, casi que desplazada, se sienten las personas honestas. Las personas trabajadoras y buenas, que son muchas. Por eso, su figura se ha convertido en un fenómeno que emerge desde la tímida Centroamérica, una de las regiones que ha padecido por décadas el descontrol, para poner sobre la mesa lo que se convirtió en innombrable: la mano dura cuando se necesita.

De la laxitud a la degradación existe un paso. Un desbarajuste del que tarda, cuesta y magulla salir.

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