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Analistas 13/12/2022

Comida cara, impuestos altos: bienvenido 2023

Paula García García
Conductora Red+Noticias

¡Complejo y costoso! Así será el panorama que tendremos que enfrentar una vez dejemos atrás la euforia navideña. Con la inflación más alta del siglo en noviembre y los alimentos presionando el alza, despedimos el año los colombianos.

Pensábamos haber vivido el mayor revolcón de la historia reciente con una pandemia que sepultó emprendimientos y acabó de tajo cientos de empleos. Sin embargo, jamás imaginamos que las afectaciones de una invasión en la lejana Europa del Este se sentirían con tal fuerza en nuestro continente. Tampoco proyectamos que covid-19 y guerra se unirían para desatar tremenda crisis en las cadenas de suministros y tan angustiante escasez.

Creyendo que el desbarajuste se arreglaría pronto, nos fuimos acostumbrando o resignando a las que se volvieron situaciones cotidianas: gastar el doble por un mercado que como por arte de magia se encoge hasta ‘pagar la gana’, dirían las mamás, por medicamentos comunes que ante inventarios limitados sucumbieron a la especulación de precios.

Lo cierto es que darse uno que otro gusto se volvió un lujo y, planear el futuro, una maestría en incertidumbre. Mientras la carestía se ensaña con aquellos que menos tienen y la devaluación poco hace rendir cada peso; todos somos más pobres. ¡Sí, más pobres!

Esperemos, en medio de tantas presiones, el aumento del salario mínimo, que devengan 3,42 millones de personas, no se traduzca en recortes de nóminas y que, aunque sea, podamos trabajar para pagar la avalancha de impuestos venidera. Esperemos, también, aprender a sortear, a punta de creatividad, los obligados cambios en la dieta. Ni yuca ni cebolla ni plátano se podrán ver muy seguido en nuestros platos. Los tres, están por las nubes. Y, bueno, prohibido quedará pensar en reemplazarlos por ultraprocesados. De ahora en adelante sujetos de tributo.

¿Qué harán los hogares que tienen dos o más hijos? La sola pregunta aterra. De acuerdo con el Departamento Nacional de Estadística (Dane), 43% de la población ocupada del país recibe, al mes, un ingreso inferior al monto base de remuneración. Hoy, tasado en un millón de pesos. El elevado porcentaje se suma a un desgarrador registro de 56,5 millones de habitantes que padecen hambre en la región y a una incidencia de la pobreza extrema que podría alcanzar los 81,8 millones, según proyecciones de la Comisión Económica para América Latina (Cepal).

Alimentarse y procurar un techo: impacientes necesidades por las que nos levantamos a luchar cada mañana, al paso que vamos, agudizarán su tinte discriminatorio. Si bien el Banco de la República prevé una inflación alrededor de 7% para el cierre de 2023 y un alivio aún mayor, de 4,24% para 2024; el informe de Perspectivas Económicas de Corficolombiana, deja claro que tendremos que esperar, hasta el segundo semestre del periodo que comienza, para gozar de los beneficios del temido indicador por debajo de dos dígitos.

Llegará recargada la típica tusa de enero con un ojo puesto en el bolsillo y el otro repartido entre las dinámicas externas, de las que aprendimos mucho impactan nuestra criolla realidad, y las decisiones que a nivel interno vaya concretando el nuevo Gobierno. Soplan vientos de austeridad y exiguo sosiego. De calculadora en mano y de despedirse de los excesos.

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