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Karl Rove escribió recientemente una columna de opinión para The Wall Street Journal explicando el gran problema en que está metido Mitt Romney. Por supuesto, así no es como lo pone el Sr. Rove - es un esfuerzo para animar a los republicanos, no para desalentarlos.
Pero esto es lo que dice en el artículo, publicado el 19 de septiembre: “En las dos semanas anteriores al inicio de los debates presidenciales, el Sr. Romney debe definir más claramente qué haría como presidente. Al detallar su plan de cinco puntos para la clase media, tendrá que profundizar la conciencia sobre cómo es que cada elemento ayudaría a las familias, en formas prácticas y concretas, y ofrecería optimismo para una renovada prosperidad”.
Veamos ese plan, ¿les parece? Es así:
1. Independencia energética, presumiblemente a través de una debilitada regulación ambiental.
2. Opciones escolares.
3. Acuerdos comerciales, además de una implícita crítica a China.
4. Reducción del déficit, no explicado.
5. Menos impuestos a los pequeños negocios (pero básicamente sólo para los ricos), y cancelar la reforma al sistema de salud.
Primero que nada, éste no es un “plan para la clase media”. ¿Y ve algo que pueda “ayudar a las familias, en formas prácticas y concretas”? Yo no.
Incluso si usted creyera que el plan del Sr. Romney fuera a rendir prosperidad, los beneficios para las familias de clase media tendrían que gotear - y las afirmaciones de que las políticas de estilo Bush son justo lo que necesitamos no van a dar al Sr. Romney el impulso que quiere.
Entonces, ¿en qué está pensando el Sr. Rove? Probablemente recuerda cómo fue que el Presidente George W. Bush vendió su primer recorte fiscal con “impuestos familiares”, supuestamente ejemplos del mundo real de cómo beneficiarían los recortes a los estadounidenses regulares. Pero lo que hizo posible la estrategia fue la forma en que el núcleo del plan Bush, que consistió en grandes recortes fiscales para los ricos, fue adornado con ganchos que sí ayudaron a familias seleccionadas de clase media: expansión del crédito fiscal por hijo, reducción de la penalidad por matrimonio, etc. Estos ganchos, por cierto, jugaron un papel importante en la expansión del número de estadounidenses que terminó sin pagar impuesto al ingreso - esto es, son la raíz del terrible “47 por ciento” del Sr. Romney.
No hay nada como eso en el plan del Sr. Romney; tampoco es que hubiera podido agregar tales cosas después de tanto tiempo, incluso si no hubiera hecho un alboroto con que las familias trabajadoras pagan muy pocos impuestos. La verdad es que el Sr. Romney basó toda su campaña para presidente en la creencia de que podía llegar a la Casa Blanca con vaguedades, vociferando frases publicitarias de ala derecha, eludiendo las cuentas y contando con que la desilusión de los votantes con Obama haría el resto. Ahora que esto no parece haber funcionado, no tiene plan B.