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Analistas 09/12/2012

Un valorado, y raro, cambio de doctrina económica

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Bruce Bartlett es un “mensch”. Un “mensch”, al menos como me enseñaron el término, es alguien que se responsabiliza de sus acciones, incluyendo sus errores. Lamentablemente, la “menschlichkeit” es una rara virtud en el Estados Unidos moderno, ciertamente en la esfera política, donde nadie admite estar equivocado en nada.

Así que todo aplausos para el Sr. Bartlett, quien ha escrito conmovedoramente en la edición de diciembre de la revista The American Conservative sobre cómo llegó a entender que el conservadurismo y su doctrina económica no eran lo que se imaginaba, y particularmente cómo llegó a entender que el análisis keynesiano tenía un punto a favor. El ensayo del Sr. Bartlett sólo remarca, por supuesto, el reducido número de economistas - ya sea del mundo de los laboratorios de ideas/política o de la academia - que han estado dispuestos a hacer lo mismo. Hay que preguntarse, en particular, sobre los prominentes economistas que apoyaron a Mitt Romney en su última y no lamentada campaña.
 
Debieron haber sabido que el Sr. Romney hablaba disparates, que sus números no cerraban ni remotamente; y algunos pronunciaron argumentos sobre impuestos, el ciclo comercial y más que indudablemente parecen patentemente engañosos. ¿Fue un caso de afiliación política trompicando estándares profesionales? ¿O fue ambición personal sobre todo? Y no, o es simétrico: el Presidente Obama y su gente sí juegan juegos de números, pero nada en el mismo grado - juegan más con el empaquetado que con intentar decir una narrativa fundamentalmente falsa.
 
En cualquiera de los casos, anteriormente he sido un poco duro con el Sr. Bartlett, preguntándome  por qué tardó tanto en ver lo obvio. Pero eso no importa: ha mostrado carácter, en una nación donde es difícil encontrarlo.
 
La falsa escasez de calificación
 
Felicitaciones para Adam Davidson por haber realizado algo tan necesitado al atacar el mito de la supuesta escasez de calificación que está conteniendo a la economía estadounidense.
 
“El secreto detrás de esta brecha de calificación es que no es ninguna brecha de calificación”, escribió el Sr. Davidson el 25 de noviembre en su columna semanal de la revista The New York Times Magazine. El Sr. Davidson escribió que habló con gerentes de fábricas que dijeron que tenían “problemas para reclutar a pedido trabajadores para puestos de 10 dólares la hora”.
 
Cada vez que vea una cita de un empresario que se queja que no puede encontrar trabajadores con las calificaciones necesarias, pregunte qué salario está ofreciendo. Casi siempre, resulta ser que lo que ese empresario realmente quiere son trabajadores altamente (y costosamente) educados con un salario de trabajo manual. Con razón les faltan. Y esto encaja perfectamente con uno de los argumentos clave contra la afirmación de que gran parte del desempleo en Estados Unidos es “estructural”, debido a un desequilibrio entre la calificación de los trabajadores y la demanda de trabajo.
 
Si eso fuera cierto, veríamos salarios crecientes entre los trabajadores que sí tienen las habilidades correctas. De hecho, con raras excepciones no lo vemos. Entonces, lo que realmente debe preguntar es por qué las empresas estadounidenses no sienten que valga la pena pagar suficiente para atraer a los trabajadores que dicen necesitar. 

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