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Analistas 20/06/2017

Los republicanos viven su propio pyongyang privado

Foto: New York Times
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Pero fue una parte de todo lo demás que hemos visto, no solo de parte de Trump  quien no tiene un solo hueso democrático en el cuerpo , sino de los republicanos, quienes hasta ahora se han mostrado dispuestos a aceptar todos y cada uno de los abusos de poder, incluyendo niveles casi cómicos de autocontratación financiera. Así que este no es solo un artículo sobre Trump; también es sobre lo que sucedió con el Partido Republicano.

Yo no tengo ninguna explicación. Pero seguramente un punto de partida es darse cuenta de que mientras Estados Unidos en general no es un régimen autoritario  todavía , el Partido Republicano moderno en muchas formas lo es. Es decir, una vez que alguien ha tomado la decisión de convertirse en republicano, se encuentra viviendo en su propio Pyongyang privado.

Me refiero a esto en un par de sentidos. Uno es que para la gran mayoría de los congresistas republicanos, la lealtad al partido es todo lo que importa para su futuro político. Como lo demostró Nate Silver hace años (vea esta gráfica), ahora hay muy pocos distritos indecisos en los cuales un republicano pueda perder, salvo por un sismo político.

Esto también aplica para los demócratas, pero el Partido Demócrata es un campo de grupos de interés en competencia, mientras que el Partido Republicano es monolítico. Así que si una persona es un político republicano, su interés se centra en seguir la línea partidista; y punto.

¿Los votantes republicanos podrían volverse contra ese político si pareciera demasiado servil a un liderazgo obviamente corrupto? Bueno, ¿de dónde obtendrían esos votantes tal idea? Para todos los propósitos prácticos, los votantes de las primarias republicanas reciben sus noticias de medios totalmente partidistas, los cuales presentan un panorama del mundo que no se asemeja a lo que están diciendo fuentes independientes. Aun cuando la mayoría de los republicanos en Washington probablemente son sensatos, su interés personal les dice que deberían fingir creer la línea oficial.

Así que si la persona es el representante de un estado republicano, toda su carrera depende de ser un apparatchik dispuesto a hacer y decir cualquier cosa que demande el régimen. ¿Las sugerencias de que los hombres del presidente  y quizá el hombre mismo  están en colusión con una potencia extranjera? ¡Noticias falsas! ¿Despedir al director del FBI en un intento obvio de obstruir la justicia? ¡Justifiquémoslo! ¿Los análisis que sugieren que su anteproyecto de ley causará más sufrimiento? No importa. La lealtad al partido lo es todo; aun cuando demande exhibiciones humillantes de deferencia obsequiosa.

Esta es la razón de que yo no confíe en las afirmaciones de que despedir a Robert S. Muller III, el asesor legal especial que está investigando los nexos entre Rusia y la campaña de Trump, cruzaría algún tipo de línea roja. Todo indica que no existe esa línea.

Lo que podría causar que los republicanos se vuelvan contra Trump sería la perspectiva más o menos segura de una elección ondulatoria tan enorme que incluso se perdieran escaños muy seguros. Y, al ritmo que van las cosas, eso pudiera suceder. Pero si lo hace, no será para nada como un proceso político normal; será más como una revolución dentro del Partido Republicano, un cambio de régimen que haga añicos al sistema del partido.

Esperemos.

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