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Declarar la independencia de Escocia significaría una gran desorganización para los acuerdos económicos y financieros existentes. Tal como lo dice Simon Wren Lewis, economista de Oxford, la preponderancia de la opinión económica profesional es que esta desorganización dejaría peor a Escocia, pero es un punto que podemos discutir. Sin embargo, ese no es el argumento que el movimiento independentista está planteando.
Lo que han estado diciendo a los votantes es que no habrá desorganización; en particular, que los escoceses podrían seguir usando la libra británica, y que esto no representaría ningún problema.
Es una afirmación impactante en este momento de la historia. Los economistas (empezando con mi finado colega y amigo Peter Kenen) desde hace mucho han sostenido que compartir una moneda sin integración fiscal es problemático; la creación del euro puso a prueba esa teoría. Y los resultados han sido mucho peores de lo que imaginaban hasta los críticos más severos del euro, con la Europa del euro registrando un peor desempeño en este punto que Europa occidental en la década de 1930.
Y una Escocia independiente que use la libra británica probablemente estaría aún peor. Europa de cierta forma se ha estabilizado recientemente gracias al apoyo de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, a los países deudores. Pero el Sr. Draghi puede hacerlo, en gran parte, porque responde a toda la eurozona, no solo a Alemania. Una Escocia independiente sería dependiente del favor del Banco de Inglaterra sin ninguna ingerencia en sus políticas.
He leído bastante sobre la información independentista, y no muestra nada de consideración por los peligros involucrados. Lo que los votantes escoceses deberían hacer es analizar con detalle la experiencia, justo del otro lado del mar del Norte, de divorciar la moneda y la estadidad. No es alentadora.
El Día de la “IMFamia”
Dos artículos que escribí para el Fondo Monetario Internacional (IMF, por su sigla en inglés) están en Internet. Primero, el texto de mi conferencia Mundell-Fleming sobre la posibilidad (o falta de ésta) de una crisis estilo griego en los países que se endeudan en moneda propia (bit.ly/1weqGvU). El segundo, un conjunto de breves notas de varios ganadores del Premio Nobel (bit.ly/1op3NR3).
Mi conclusión de la conferencia Mundell-Fleming: “Las afirmaciones sobre la vulnerabilidad a crisis de los deudores con tipos de cambio flotantes no han sido nada precisadas porque, de hecho, no tienen sentido. Modelos macroeconómicos simples sugieren que la pérdida de confianza en un país como Estados Unidos, que tenga lugar en momentos en que las tasas de interés estén en el límite inferior cero, debería tener un efecto expansivo, si acaso. Tampoco se puede apelar a las lecciones de la historia: son raros los casos parecidos al escenario hipotético de crisis, y los que existen no apoyan la noción de que crisis del estilo griego puedan presentarse bajo un régimen monetario distinto.
“Podría parecerle inverosímil que la sabiduría convencional, apoyada por tanta gente influyente, pudiera estar equivocada en un punto tan básico. Pero no es la primera vez que pasa, y seguramente no será la última”.