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Analistas 26/10/2015

¿Dinamarca es realmente un buen modelo a seguir?

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Dinamarca ha combinado impuestos altos y beneficios sociales fuertes (incluyendo universidad gratuita, guarderías infantiles fuertemente subsidiadas y más) con un firme empleo y una alta productividad. Esta combinación muestra que los Estados benefactores fuertes pueden funcionar.

Pero vale la pena señalar que Dinamarca ha tenido una racha bastante mala desde la crisis financiera mundial de 2008, con una severa caída y una recuperación muy débil. De hecho, su producto interno bruto (PIB) real per cápita está casi tan debajo de los niveles previos a la crisis como los de Portugal o España, aunque con mucho menos sufrimiento. Entonces, ¿qué está pasando?

Parte de la respuesta podría ser el alto nivel de deuda familiar. Pero Suecia también tiene una elevada deuda privada y _ pese a sus equivocaciones monetarias _ le ha ido mucho mejor (vea el gráfico).

Mi interpretación es que Dinamarca está pagando un precio alto por estar a la sombra del euro _ no se ha unido a la eurozona, pero maneja su política monetaria como si lo hubiera hecho _ y por imponer mucha austeridad fiscal durante los últimos años pese a tener costos de endeudamiento muy bajos.

Nada de esto tiene mucho que ver con la cuestión del Estado benefactor: la política macroeconómica de corto plazo es un tema diferente. Pero, solo por si acaso alguien quisiera ver a Dinamarca como modelo a seguir en todos los ámbitos, es un recordatorio útil.

Teorías de conspiración monetaria, el seguidor de opiniones de The Huffington Post, aún no hay señales de un regreso a los candidatos del sistema en el Partido Republicano. De hecho, el triunvirato de locos _ Donald Trump, Ben Carson y Ted Cruz _ tiene aproximadamente tres veces más apoyo que la combinación de Jeb Bush, Marco Rubio y John Kasich. Increíble.

Entonces, ¿por qué los votantes del Partido Republicano no se dan cuenta de que estas personas están locas? Tal vez porque las cosas que dicen no son tan distintas a lo que dicen los republicanos supuestamente sensatos.

Un ejemplo: El Donald acaba de plantear una teoría de la conspiración monetaria. Según Trump, el motivo por el que el Consejo de la Reserva Federal no ha elevado las tasas de interés no tiene nada que ver con la inflación baja ni con los vientos mundiales en contra; de hecho, la presidenta Janet Yellen simplemente le está haciendo un favor político al Presidente Obama (lea aquí el artículo de Bloomberg: bloom.bg/1OHOrac). Una locura, ¿no?

¿Pero qué tan distinto es esto, realmente, de la afirmación pronunciada en 2010 por el representante Paul Ryan y el profesor de economía John Taylor en Investors.com en el sentido de que la relajación cuantitativa no era un esfuerzo de buena fe para apoyar a una economía débil, sino un intento por “rescatar a la política fiscal” impidiendo la crisis fiscal que las políticas de Obama supuestamente iban a producir?

La diferencia entre los republicanos del sistema y gente como Trump, en otras palabras, no es tanto la sustancia de lo que dicen como el tono. Supuestamente debemos estar convencidos que Bush, Rubio y Ryan son moderados porque insinúan sus teorías de conspiración en lugar de bramarlas y porque hablan de economía vudú con la cara seria. ¿Pero por qué deberíamos sorprendernos si la base del Partido Republicano no ve por qué esto los vuelve candidatos más plausibles?

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