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Analistas 28/05/2022

Lecciones aprendidas

P. Harold Castilla Devoz
Rector General de Uniminuto

Hace unos días estuve participando presencialmente en la Conferencia Mundial de Educación Superior de la Unesco 2022 celebrada en Barcelona (España). Este espacio de reflexión global reafirmó la importancia de la educación superior como ese derecho humano, que debemos hacer realidad para que ninguna persona deje de vivirlo a lo largo de su existencia. De allí surge el lema de la misma Conferencia “que nadie se quede atrás”. La apuesta por la educación sigue siendo la realización de una sociedad que promueve el acceso, con equidad e inclusión, de todos a este bien público.

En este contexto, se profundizó sobre varios elementos de la transformación que está viviendo el sistema educativo a nivel global. Aunque es evidente el aumento de la matrícula estudiantil en todo el planeta, particularmente en las últimas décadas, se observa a su vez marcadas diferencias, sobre todo en países menos desarrollados que aun no logran ese incremento significativo en la matrícula, siendo necesario implementar mecanismos que faciliten un mayor acceso, permanencia y oportunidades, en aras de cerrar desigualdades.

Frente a esto último, participé en dos mesas redondas sobre la perspectiva de la educación y la construcción de la equidad social. Allí pude darme cuenta de los desequilibrios globales, en especial, en algunas regiones como, por ejemplo, sobre la participación de las mujeres en el campo educativo de las ciencias “duras” o en la formación Stem. Son pocas las mujeres que estudian ciencias o ingenierías. Tal vez, se piensa que este es un campo de acción solamente para hombres y no se motiva, o se promueve este camino posible de realización para el género femenino. Algunos estudios, señalan que solo una mujer de cada tres en el mundo ingresa a una carrera de ingeniería: un dato, como otros tantos, que evidencian claras brechas por cerrar, y que demandan una acción contundente desde el sector educativo.

Así las cosas, la educación superior deberá ser, han afirmado todos en la Conferencia, una oportunidad para extender las potencialidades de los seres humanos capaces de aportar a la construcción de una sociedad necesitada de una nueva forma de hacerse en sus dimensiones y estructuras. Para ello, la educación debe adaptarse, reinventarse, frente a los cambios que están sucediéndose en el mundo actual. Quizá uno de los cambios significativos -que llamó poderosamente mi atención en medio de tantos - hace referencia al reconocimiento global de los títulos, es decir que podamos validar los desarrollos de conocimiento que se hayan dado en cualquier parte del mundo y que una persona que, por diversas razones, tenga que desplazarse por fuera de su contexto propio pueda también ser acogida y valorada con sus titulaciones, e incorporarse exitosamente al mercado laboral. Para un mundo que cada día se ve más enfrentado a la compleja situación de las migraciones, es necesario que las apuestas de la educación superior también sean congruentes y coherentes con esa realidad. Este reconocimiento es integración, y por ende también es inclusión, es conocimiento que circula, es ciencia abierta y todo aquello que hace posible una sociedad más equitativa, y más justa socialmente.

Reinventar la educación superior será el compromiso de todos los estamentos que la integramos. Como bien público, que hace mucho bien a toda la sociedad global, es importante reimaginarla, que hagamos en ella cambios profundos desde su propósito y los valores que le competen social y culturalmente. La responsabilidad que tenemos es grande para construir nuestra transformación de cara a 2050 y más allá, pensando siempre en un futuro donde todos quepamos.

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