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Analistas 31/01/2022

Propósito: imaginar y construir el futuro

Núria Vilanova
Presidente de ATREVIA

La crisis generada por el covid ha hecho emerger a las empresas como un importante actor social. En los más momentos críticos, apostaron por las personas por encima de los resultados. Y han demostrado una gran capacidad de adaptación y resiliencia. La consecuencia es una creciente confianza de los ciudadanos en las empresas, por encima de otros actores, como políticos o medios de comunicación. Incluso, la Unión Europea ha apostado por las empresas como eje de la recuperación y principal destinatario de las ayudas.

Pero, en este nuevo escenario, ¿Qué papel desempeñan las empresas? Ya no se espera de ellas que se limiten a generar beneficios. Deben ser útiles a la sociedad, dando respuesta a unas inquietudes en las que la pandemia ha tenido una fuerte incidencia. Según el informe sobre riesgos globales que a inicios de cada de año presenta el Foro Económico Mundial, si en 2020 la mayor preocupación fue el cambio climático y en 2021 las enfermedades infecciosas, en 2022, el primer lugar lo ocupa la erosión de la cohesión social, seguida de la crisis de los medios de subsistencia.

Es decir, en estos momentos la igualdad y la lucha contra la exclusión se sitúan por delante de la sostenibilidad ambiental. Eso significa que ya no basta con apoyar iniciativas para contribuir al cumplimiento de la Agenda 2030. Hay que pasar de las intenciones a los hechos. Ser activistas, incorporando una dimensión social a todas nuestras acciones.

Ha llegado el momento, si aún no lo hemos hecho, de renovar el propósito de nuestra compañía por uno que conecte nuestro negocio con nuestros diferentes públicos, estableciendo vínculos e intereses comunes. Y, ¿Cómo podemos saber cuál es nuestro propósito? Lo primero que tenemos que hacer es un ejercicio de imaginación. Pensar en cómo nos gustaría que fuera el futuro y qué puede hacer nuestra empresa por conseguirlo.

Así, por ejemplo, si somos una empresa vinculada con el transporte, está claro que el propósito será construir un modelo de movilidad sostenible. Ahora bien, depende del sector del transporte al que pertenezcamos, nuestra propuesta para conseguirlo será diferente. Una línea aérea, un constructor de automóviles o una compañía de ferrocarriles pueden compartir propósito, pero, con toda seguridad, los planes para alcanzarlos serán radicalmente distintos.

Ahí entra nuestra reputación y nuestra capacidad para construir un proyecto que cuente con el apoyo de empleados, proveedores, clientes, accionistas y administraciones. Y el propósito ha pasado a ser un indicador de competitividad muy valorado por los inversores. Lo mismo ocurre con las estrategias a largo plazo para cumplirlo, pues implican compromiso con un futuro mejor.

Seamos positivos: tenemos la oportunidad histórica de repensar nuestro propósito, adecuando nuestro modelo productivo a un mundo postpandemia donde es obligatorio que toda la actividad empresarial tenga un triple efecto positivo en lo económico, en lo ambiental y, por supuesto, en lo social.

Imaginar el futuro es pensar qué papel queremos que desempeñe nuestra empresa en el mundo y la sociedad del mañana. Porque crecimiento económico y progreso social son un binomio inseparable. El esfuerzo por cumplir los compromisos sociales y ambientales debe ser tan fuerte como el que se desarrolla para generar rentabilidad económica. Y lo que ayer era recomendación de impulsar la transformación social competitiva de las empresas, hoy es urgencia. Insisto, el propósito de tu empresa es cómo imaginas un futuro que comienza ahora.

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