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Analistas 16/01/2023

El eje Latam-UE, la gran apuesta

Núria Vilanova
Presidente de ATREVIA

En 2022 se habló mucho de una nueva geopolítica y 2023 tiene que ser el año de poner en marcha una nueva multilateralidad basada en alianzas que, además de progreso económico, favorezcan la seguridad jurídica y la estabilidad institucional. En esta ocasión, Latinoamérica parte en una posición de ventaja: la economía mundial del siglo XXI no se puede construir sin sus recursos naturales y energéticos.
La guerra en Ucrania hace inaplazable que si la Unión Europea (UE) quiere recuperar influencia, autonomía estratégica y presencia mundial, se abra a nuevos acuerdos con terceros países que concuerden con sus valores democráticos; puedan suministrar energía y materias primas para construir economías sólidas, verdes, sostenibles y competitivas y sean también nuevos mercados para invertir. Sin duda, Iberoamérica se presenta como el aliado natural.

Europeos e iberoamericanos compartimos el reto de estrechar lazos y trasladarlos a un nivel estratégico, y de convertirnos en socio atractivo para Estados Unidos, fortaleciendo los vértices de ese triángulo virtuoso al que me he referido en otras ocasiones.

Ahora bien, aunque ambas partes están de acuerdo en conversar, evitar fracasos en ese acercamiento pasa por construir una agenda común y bidireccional que identifique las inquietudes de los ciudadanos, transforme la realidad y aproveche lo mucho que nos une. Una agenda cuyo diseño y desarrollo debe contar con la sociedad, con las empresas y con el tejido productivo. Porque, como afirma la secretaria general de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, Rebeca Grynspan, la mejor prueba de que Iberoamérica es una realidad son sus empresas.

La lucha contra la exclusión, la transición digital, la transición ecológica, o el refuerzo de las instituciones democráticas frente al avance de los populismos y otros movimientos desestabilizadores forman parte de esa esfera de asuntos e intereses compartidos.

La relación entre Latinoamérica y Europa no puede limitarse a ser la de un proveedor que se ajusta a las demandas de su pagador. Tiene que ser una relación de intercambio de bienes y servicios; pero también y al mismo nivel, de valores, de modelos regulatorios y de lucha contra las desigualdades. Se trata de compartir modelos que inspiren y refuercen la confianza mutua tanto de las empresas como de los Estados. De esa relación tienen que salir economías más competitivas, innovadoras y sostenibles. Y sociedades más equilibradas, con menos pobreza, desigualdad o precariedad laboral.

Una agenda que se puede y debe acelerar en las importantes citas que habrá en pocos meses, como la Cumbre Iberoamericana de marzo en República Dominicana. O la cumbre UE-Celac durante la segunda mitad del año, coincidiendo con la Presidencia española de la Unión.

También otros organismos, como el Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica (Ceapi) enriquecerán ese debate en 2023, con un congreso el 31 de mayo y el 1 de junio en Madrid, en el que las empresas iberoamericanas de ambas orillas del Atlántico abordarán cómo contribuir a reforzar la alianza Europa-Latinoamérica desde el sector privado. Un encuentro de grandes inversores iberoamericanos que Ceapi quiere celebrar en 2024 en Colombia.

La historia de 2023 está por escribir: nuestro deseo es que Europa e Iberoamérica la escriban juntas; avanzando por un camino de convergencia que hay que recorrer unidos, creando espacios de intercambio para ciudadanos, empresas y gobiernos. Por primera vez en mucho tiempo, podemos y debemos cambiar el mapa. Es el momento de crear y creer en Iberoamérica.

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