Los mantras de las mujeres líderes

Esta reflexión es un regalo para las mujeres que me leen, una dedicación a su belleza y vulnerabilidad. Así mismo estas líneas también abren espacio para que los hombres nos lean con una mirada diferente y escuchen con atención aquellas cosas que muchas veces no entienden, pero que hacen parte de nuestra esencia femenina.

Como líder de la junta directiva de una empresa familiar he bailado en el vaivén de tantas emociones como sea posible. La responsabilidad de continuar con el legado de una primera generación que ha visto su sueño hecho realidad a través del trabajo continuo y la entrega, es enorme, se escribe con tinta indeleble en tu piel y todos los días te recuerda que el liderazgo más que ciencia, es un arte en el que tienes la oportunidad de crecer y crear todos los días.

Empezaría por decir que las mujeres albergamos muchas cualidades del liderazgo de manera natural. No hablo sólo de la capacidad de gestar vida, ideas, soluciones y muchas otras cosas. Hablo también de un alto grado de autoconciencia que nos hace buscar respuestas a nuestra complejidad y a la eterna pregunta existencial de ¿quiénes somos? Mas allá de los arquetipos sociales, las mujeres somos un mapa de cientos de naciones y latitudes que apenas en nuestra vida alcanzamos a descubrir.

En el plano intelectual, el cerebro femenino tiene más conexiones entre los hemisferios y es allí donde se abre paso a la danza entre la razón y la intuición. Esto nos permite también tener una gran capacidad de auto reflexión casi de manera sistemática. Así mismo tenemos más activas las neuronas espejo, que son aquellas que nos permiten sintonizarnos con las emociones propias y las del otro, esto es la empatía tan importante en el liderazgo.

Cuando las mujeres asumimos posiciones de liderazgo nos embarcamos en un viaje epopéyico que implica lucha, aventura, evolución y conquista de lo desconocido. Es como si la vida nos invitara a mirarnos con un lente amplificado para comprender nuestro potencial, aprender en el camino y desprendernos de aquellas pieles que nos confrontan y nos detienen. Esa ha sido al menos mi experiencia. Presido una junta directiva de cinco miembros de los cuales tres son expertos externos y emprendedores con grandes visiones. Antes de cada reunión, lo confieso, tengo una larga conversación con mi síndrome del impostor, ese que nos dice que nunca seremos lo suficientemente buenas. Y creo que esta es una conversación que muchas mujeres líderes han tenido que enfrentar y superar. Yo los llamo mantras, a las cosas que nos decimos, buenas o malas. Mantra porque los repetimos y empiezan a moldearnos.

En ese sentido pienso que las mujeres líderes tenemos tareas puntuales: gobernar nuestra mente, esto implica una buena dosis de reflexión, pero también de no creer todo lo que nos decimos. Debemos abrir el corazón sin miedo como un centro de inmensa sabiduría y escucharlo más en el momento de tomar decisiones. Debemos mirarnos con compasión para abrazar nuestro lado vulnerable, aceptar que no lo tenemos todo solucionado y hablar con más certeza de nuestras preocupaciones.

Recuerdo mujeres que me han inspirado recientemente. Leyendo sobre diosas y guerreras encontré a Artemisa de la mitología romana. De su esencia me quedo con la independencia desde joven, su deseo de gobernar las montañas y la naturaleza, su arco y flechas para apuntar con certeza y determinación a sus objetivos.

Encuentro también en Michelle Obama, un ejemplo invaluable cuando nos dice que el liderazgo no se trata de cargas sino de impacto, influencia e inspiración. Y hace dos días escuché a Jacinda Ardern, exprimera ministra de Nueva Zelanda, diciendo que el liderazgo se trata de estar dispuesto a ser auténtico y no perfecto.

Les propongo entonces estos mantras de la imperfección:

-“No lo sé todo”

-“Puedo hacer mucho pero con ayuda”

-“No lo tengo todo resuelto pero tengo un plan”

Puede que algunos resuenen con ustedes o puede que hayan ya elaborado los suyos. Mi invitación es a revisar su narrativa desde la vulnerabilidad y repetirse aquellos que engrandezcan su potencial de líderes, no que por el contrario encojan sus sueños y aspiraciones.