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Analistas 15/08/2025

Demografía y futuro de Colombia

Mauricio Olivera
Vicerrector Administrativo y Financiero UniAndes

En el Congreso Empresarial Colombiano de la Andi, Anu Madgavkar, directora de investigación del McKinsey Global Institute, presentó un diagnóstico claro e inquietante: la tendencia demográfica es lenta, pero inevitablemente cambiará nuestras instituciones y sociedades. Es, además, una tendencia imparable en este momento: el envejecimiento ya está en marcha y no hay vuelta atrás. Colombia, como muchos países, enfrenta un proceso que no ocurre de la noche a la mañana, pero que ya está en curso y marcará el rumbo económico, social y político de las próximas décadas.

Los tres grandes determinantes del desarrollo son la demografía, la geografía y las instituciones. La primera, por su aparente lentitud, suele quedar relegada en la discusión pública. Sin embargo, en nuestro país, el bono demográfico -la etapa en la que la población en edad de trabajar es proporcionalmente mayor que la dependiente- está llegando a su fin, como advirtió la conferencista. La tasa de fecundidad mide el número promedio de hijos que tiene una mujer a lo largo de su vida. La tasa de reemplazo, por su parte, es el nivel de fecundidad necesario para mantener estable la población en el largo plazo; suele estar en torno a 2,1 hijos por mujer. Según la ONU, alrededor de 112 países ya están por debajo de este nivel. En Colombia, la fecundidad está en apenas 1,6, muy por debajo de la tasa de reemplazo. La relación de soporte -cuántas personas en edad de trabajar hay por cada adulto mayor- es hoy de alrededor de 7 en Colombia, pero caerá por debajo de 4 en 2050, lo que duplicará la presión sobre pensiones, salud y cuidados.

Este escenario plantea un reto doble. Por un lado, aprovechar los últimos años de fuerza laboral relativamente amplia para impulsar el crecimiento económico. Por otro, preparar un sistema productivo capaz de sostener, en un futuro no tan lejano, a una población envejecida que demandará más servicios de salud, más pensiones y más cuidado. Y aquí, el mercado laboral colombiano enfrenta su propia paradoja: pese a que el desempleo ha superado los dos dígitos en la mayoría de meses de este siglo, los empresarios siguen reportando dificultades para encontrar trabajadores con las competencias y habilidades necesarias.

La primera respuesta de política pública debe centrarse en la formación para el trabajo, en particular la formación técnica y tecnológica, asegurando que esté alineada con las demandas reales de la economía. Eso implica fortalecer la pertinencia de la formación, invertir en reconversión laboral y articular al sector productivo con el educativo de manera constante. Esta formación debe llevar a empleos formales que garanticen ingresos estables y acceso a la protección social. Al mismo tiempo, es necesario que el Estado implemente una política de envejecimiento que vaya más allá de la seguridad económica.

Demografía e instituciones no son piezas aisladas: se retroalimentan. Si la demografía cambia y las instituciones no se adaptan, el riesgo es entrar en una trampa de bajo crecimiento, mayor desigualdad y sistemas de protección social insostenibles. Aún hay tiempo para actuar, pero el reloj demográfico ya está corriendo. Colombia tiene la oportunidad -y la responsabilidad- de anticiparse al cambio silencioso que definirá su futuro.

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