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Analistas 25/01/2023

Los dueños de la verdad

Maritza Aristizábal Quintero
Editora Estado y Sociedad Noticias RCN

Escribo esta columna con la fe de que algo va a pasar. Que estos 3.300 caracteres son esta pitica que se jale para que de a poco se vaya asomando el monstruo. Aunque por años hubo una especie de pacto de silencio, indiferencia, frivolidad y desdén frente a la violencia sexual en el Congreso, hoy todo está cambiando. Y no, no puedo dar nombres de víctimas o de sus victimarios. Estas líneas no se reducirán a satisfacer el morbo fugaz de unos cuantos que quieren llenar sus titulares. Sin embargo quienes van hablando son hombres. Después de mi primera columna “Las esclavas sexuales” son ellos quienes me han llamado a decirme: “todo lo que escribes es cierto”, “averigua por tal, busca aquí, indaga allá”, es una luz de esperanza en medio de una realidad en la que por décadas todos han volteado a mirar a otro lado para ignorar o normalizar lo que es obvio y es un delito. Y sí, ellas son dueñas de las historias, pero ellos también son dueños de la verdad, aunque rápidamente intenten deshacerse de ella al cerrar la conversación con la lapidaria advertencia “no me menciones”. Muchos saben lo que pasa, pero nadie pone su propio pellejo, aunque están revestidos de un poder similar al de los victimarios. Son congresistas y excongresistas, excandidatos a la presidencia y hasta exministros los que me han contactado. Si solo un puñado de los que me escriben salieran a hablar públicamente, muchas mujeres se animarían a dar su testimonio. Así podrían equiparar la carga entre la amenaza de perder su trabajo y el deseo de salir del círculo de agresión.

Mientras tanto estas conversaciones sirvieron para entender el problema y su dimensión. Esto me lo escribió una de esas personas que reafirmó mis denuncias: “Así funcionan las alcaldías, las gobernaciones, las entidades públicas (…) Esclavitud sexual que viene de la esclavitud clientelista. La lógica: o haces lo que digo en todo sentido (me das de tu sueldo, llevas gente a la reunión, consigues votantes, favores sexuales) o te quito el contrato y te vas a la calle”. Esto fue como ver el monstruo a los ojos.

Una mujer congresista me escribió: “estás denuncias también ocurren en los partidos, pero la autoridad que reviste a muchos hombres con poder le impide a una ponerse del lado de las víctimas”.

Y el círculo de abuso se cierra con este mensaje que me llegó al correo que abrí como canal de comunicación con las víctimas. Me aterró porque se van cayendo velos y nada se salva. Esto habría pasado en una unidad encargada de investigar e impartir justicia en el país, una oficina a cargo de un hombre que ha sido admirado y respetado: “era obvio que había en la entidad un tema muy similar al caso denunciado. La oficina era conocida como ‘el acuario’, esto porque ordenaron colocar puertas de vidrio en cubículos con mujeres. Indicaban, que estas eran escogidas personalmente por él y que la condición era ser ‘amables’ con él. Al nivel de funcionarios de menor nivel, ocurría algo similar con el segundo a bordo”. He omitido varios detalles, pero esto se suma como pieza en este enorme rompecabezas de abuso en altas esferas del poder. Algo va a pasar. Como lo dijo Enrique Santos en su columna “el tema del abuso explotó y no hay vuelta atrás”. Escríbanme, les recuerdo mi correo denunciascontraelcongreso@gmail.com.

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