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Analistas 08/03/2023

Del cinismo a la degradación del lenguaje

Maritza Aristizábal Quintero
Editora Estado y Sociedad Noticias RCN

Los más jóvenes estarán normalizando y romantizando el cinismo en el lenguaje. Se hace una cosa, se siente otra y, contra la evidencia, se dice una muy distinta. En ese rápido camino de confusión pasamos del eufemismo, al cinismo y a la degradación del lenguaje.

A las cosas se les llama como no son, se les pone velo y cuanto disfraz exista para ocultar la realidad a esa parte de la opinión que se queda con los mensajes explícitos, mientras la otra mitad se enardece en la resistencia a definiciones simplistas.

Son puestas en escena que pasan por la obsesión de decirles a las masacres asesinatos múltiples. Es un eufemismo, lo fue durante la anterior administración y lo es ahora cuando gobiernan quienes antes criticaban. Vía ese cinismo muchos se han puesto la venda de la conveniencia; no notan la corrupción ni la violencia, tampoco cuentan los asesinatos de líderes sociales o los niños que mueren de desnutrición. Se estancan en el poder con la descarada ceguera sobre lo que está pasando y la cínica respuesta del que solo encuentra razones acomodando el espejo retrovisor.

¿En qué momento se normalizó una toma violenta, el secuestro, el asesinato, la humillación y la agresión a la fuerza pública? ¿En qué momento la suma de todos estos hechos se denominó “cerco humanitario”? No solo se garantizó la impunidad para los responsables de esos crímenes, sino que, vía la degradación del lenguaje, se les acuñó como héroes. Es que no terminábamos de adaptarnos al término “retención” cuando nos vimos avasallados por uno que pontifica hechos victimizantes. Y no se trata de criminalizar o estigmatizar manifestaciones legítimas, pero es evidente que esas protestas en el Caguán están rodeadas de una densa capa de conflictividad que tejen varios grupos al margen de la ley. No nos pueden creer tan ingenuos y decirnos que se trató simplemente de campesinos bien intencionados y que solo por la fuerza de sus convicciones lograron reducir a casi 80 policías entrenados.

Pero esa declaración tiene otras consecuencias aún más problemáticas: la primera, valida las tomas violentas. Mañana cualquiera puede hacer lo mismo a expensas de ser tildado como el responsable de un “acto humanitario”. La segunda, quizá menos evidente, pero que definitivamente desgasta el diálogo público, es que en ese error cayó el vocero más asertivo que tiene el Gobierno. El Ministro del Interior es por mucho el más claro del gabinete, maneja la opinión pública, maneja los partidos, sabe interpretar al Presidente y entiende de todos los temas. Le cargaron tanto que “la cagó”. Su ánimo en ese diálogo más que llegar a un acuerdo justo y equilibrado, fue allanar cualquier camino que permitiera levantar en horas un bloqueo de semanas y que tenía más cara de escalarse que de solucionarse.

Y si eso nos queda de funcionarios competentes, ¿qué podemos esperar de delincuentes ordinarios? La cara del cinismo en pasta viva. El ELN en una mesa de diálogo y volando oleoductos, las Disidencias diciendo que quieren negociar y secuestrar uniformados, y el Clan del Golfo levantando la mano para La Paz Total y promoviendo paros armados. Dicen que las palabras pueden con todo, pero nunca antes tuvieron tan poco valor.

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