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El filósofo estadounidense Michael Sandel publicó recientemente un libro sobre el mérito y la equidad, un tema que ha interesado a los críticos de la literatura económica por el hecho de que cuestiona la meritocracia como modelo de medición del éxito y la ascensión social. En su opinión, esta forma de calificar restringe a lo económico la valoración humana, dejando a un lado otras cualidades, aptitudes y contribuciones esenciales para la convivencia y el desarrollo.
Con su libro ‘La tiranía del mérito’, el autor invita a mejorar sin discriminación el acceso de los jóvenes -y en general de todas las personas- a la educación, a los trabajos reconocidos, al bienestar, sin que esto sea consecuencia de lo que conocemos como mérito, sino por el reconocimiento a la labor de cada persona según sus posibilidades.
Barack Obama escribió que EE.UU. “es un país donde, tengas el aspecto que tengas, vengas de donde vengas, si estás dispuesto a estudiar y esforzarte, puedes llegar todo lo lejos que tu talento te lleve”. Para Sandel esa es una premisa falsa, y afirma que la meritocracia, por el contrario, podría ser una de las causas de inequidad, incertidumbre y resentimiento social.
Lo justifica al señalar que una persona dispuesta a estudiar y a esforzarse puede no tener la oportunidad de hacerlo si, por ejemplo, debe trabajar desde joven para mantener a su familia, o no hay escuelas superiores en su entorno. Además, el acceso a las mejores universidades es más fácil para quienes han tenido la fortuna de recibir mejor formación desde su infancia.
El filósofo norteamericano considera que la meritocracia acaba siendo altamente excluyente, una justificación de la desigualdad más que un remedio contra ella. En la sociedad globalizada hay unos con más ventajas que otros a la hora de acceder a las oportunidades, porque no se valoran talentos más innatos, destrezas más naturales, formas de ser distintas.
La felicidad individual no requiere únicamente que los hombres tengan la libertad de acceder a la comodidad y la distinción, exige que sean capaces de llevar una vida de dignidad y cultura, tanto si ascienden en los parámetros de la meritocracia, como si no.
No es un simple sueño hecho de automóviles, marcas, buenos sitios y estupendos sueldos, sino uno de un orden social en el que cada hombre y cada mujer puedan materializar al máximo aquello de lo que sean innatamente capaces, y puedan ser reconocidos por los demás por aquello que son, con independencia de las fortuitas circunstancias de dónde hayan nacido o de cuál fuera su posición de origen.
El mérito, destaca Sandel, deja por fuera los principios, los valores, la solidaridad, dándole prioridad a los resultados económicos y ponderando la prosperidad como un signo de virtud, confiriéndose privilegio de repartir premios y castigos en forma de éxito o fracaso. La manera de pensar el éxito debe ser más acorde con una ética de la humildad y la solidaridad y más reivindicativa de la dignidad del trabajo.
‘La tiranía del mérito’ es un libro que presenta una visión con la que podemos estar o no de acuerdo, pero que vale la pena leer y debatir, sobre todo en los tiempos actuales en los que se cuestionan los modelos de desarrollo humano, en momentos en que los jóvenes exigen sostenibilidad, equidad, inclusión y acceso sin distinciones.