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Analistas 20/03/2024

Autogolpe

Es fácil descartar la convocatoria de Petro a una constituyente como un globo más del dislocado primer mandatario. El trámite determinado para el propósito es ciertamente tortuoso: aprobación con mayoría absoluta por el Congreso, ratificación de la iniciativa por más de 13 millones de votos, además de unas nuevas elecciones para elegir a los miembros.

Pero se equivocan. Petro decidió patear el tablero. El presidente nos acaba de notificar que no está dispuesto a cambiar las reglas del juego del país usando el manual de cambio de reglas del juego, sino otro que se va a inventar.

La razón es fascinante por absurda. Según él, las instituciones de la Constitución le están fallando a la Constitución y, por lo tanto, hay que cambiar la constitución. Para evitar la infidelidad de la esposa en el sofá, hay que vender el sofá, así va más o menos, la lógica.

Sabiendo que no tiene las mayorías en el Congreso para la maniobra, el presidente anuncia que no las requiere. “No es un problema de mayorías, es un problema de fuerza popular. Es el pueblo decidiendo, el momento constituyente es siempre. Si el pueblo decide, el poder constituido (el Congreso) tiene que aceptar, no lo puede desconocer”, es como lo explica. Para esto pretende convocar unos “cabildos abiertos” que son el “pueblo movilizado” con el fin de “purificar nuestras instituciones”, lo cual se logra “llenándolas de pueblo, no de mafias”.

Tengamos las cosas claras: el presidente de Colombia acaba de proponer una ruptura del régimen constitucional vigente. Nada más y nada menos que la antesala de un autogolpe.

Lanzar el país al vacío, como lo ha hecho, puede tener consecuencias inesperadas. Para empezar se agrietan aún más las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo. Esto significa un estancamiento de las reformas y un mayor activismo congresional que se traduce en debates de control político y mociones de censura. Las cortes, que están acostumbradas a cruzar sablazos con el Ejecutivo, no se van a intimidar. Continuarán la evisceración de las leyes y actos administrativos del gobierno. A la clase media urbana, que son la mayoría de los votantes, le aterra la incertidumbre, algo que comparten con los mercados. Es casi seguro un mayor deterioro de la economía debido a la falta de confianza de los inversionistas.

Pronto veremos a los famosos cabildos abiertos “legislando”, en un remedo de para-Estado teledirigido desde la Presidencia. El primer punto en el orden del día será, por supuesto, la extensión del mandato presidencial. Luego “aprobarán” la reforma a la salud y todos los demás embelecos legislativos del petrismo. En algún momento se sumará los grupos armados de la “Paz Total” y se impondrá la ley de punto de final, que tanto añoran los criminales colombianos.

Si siguen las cosas como van, vendrá un choque de trenes entre la institucionalidad vigente -ilegítima según el presidente- y la lumpen-democracia de los cabildos -ilegítima según la Constitución y la ley-. Cuando esto ocurra se habrá consumado el autogolpe y que Dios nos coja confesados.

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