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Convengamos que, para avanzar positivamente y cumplir unos objetivos, en todo lo que se haga profesionalmente en una empresa, una institución o un Estado, se necesita una buena estrategia.
Quedó demostrado en 2021 que para crecer no necesitamos reformar la constitución. Pero como vamos hoy, estamos en la verraca olla pues el sector privado se acomoda a que sean las falaces promesas de campaña y lo que les dé la gana de hacer a los políticos desde el poder, lo que determine el rumbo del país y su estrategia de crecimiento y desarrollo.
Hoy la clase política se lucra de la inoperancia de quienes representan el sector privado contributivo, gremios y centros de pensamiento, que no se unen para plantear una estrategia que determine cuál es la conducción que necesita seguir el país para lograr un crecimiento dinámico de su economía formal.
Durante décadas la subversión se propuso conquistar el poder ejecutando una estrategia que contó con la complacencia de quienes vendieron libertad y justicia por fama y metálico. Hoy están enfocados en la generación de caos que conlleva a la pérdida de libertades personales y socioeconómicas y a la destrucción de la institucionalidad democrática. El control de 2/3 del territorio, el número de milicianos infiltrados y el incremento en un 50% de las organizaciones criminales en tan solo tres años, indican que todas las fuerzas del mal, empezando por el gobierno que controla todo el Estado, siguen una estrategia que vienen ejecutando a la perfección.
El gobierno actual tiene como objetivo inmediato para preservar el poder, auspiciar la impunidad, cogobernar con el crimen organizado e instaurar un nuevo orden constitucional basado en el totalitarismo y soportado por la impunidad. Y eso se logra fácil al destruir la economía formal y contributiva para poder controlar una sociedad empobrecida donde solo quienes están en el poder gozan de privilegios, cual es el caso de Venezuela.
Estamos divididos bajo el sofisma de la maldad de la izquierda o de la derecha, que encubre la distinción entre lo legal y lo ilícito, entre comunismo y generación de riqueza, y entre desatender una mayoría honrada y trabajadora y subsidiar una población creciente de “ninis”. No se puede seguir consintiendo que el único objetivo de quienes se distinguen como “de profesión político” sea mantenerse en el poder a toda costa. Es así como el clientelismo medra de un Estado anárquico y los funcionarios olvidan que están ahí para representar y servir a los particulares y no para suplir sus propios intereses.
Es una gran vergüenza tener un ámbito político lleno de incertidumbres, donde todo personaje que figura en los medios está enceguecido por la delusión de ser presidente. Tenemos más de 70 candidatos quiméricos a quienes nadie les confiaría manejar una estrategia empresarial.
Si seguimos así, aumentará la miseria social que genera la combinación de narcotráfico, violencia, terrorismo, inseguridad, injusticia y corrupción política.
Es menester que los privados pasemos del rebusque individualista a consolidar una unidad de criterio que nos permita liberarnos de un liderazgo mediocre, para poder llegar a confeccionar y exigir a los políticos que implementen una estrategia que demande decisión política, trabajo en equipo y estar de acuerdo en las siguientes premisas esenciales:
Por tanto, Colombia necesita que el sector privado trabaje en construir y exigir a quienes se quieran elegir, una estrategia país comprometida con la seguridad ciudadana como un derecho y que propenda por la generación de oportunidades, por la confianza en las libertad de mercados que atraen inversión, generan empleo y fortalecen una clase media sin la cual es imposible volver a la vía del desarrollo.
Un paso en falso y, en las próximas décadas, criminales como Pablo Escobar, Carlos Pizarro o Manuel Marulanda podrían convertirse en los nuevos “héroes” de una Colombia delincuencial. Ojalá el país comprenda la magnitud del desafío
Es un recordatorio: Colombia también se ha construido desde la confianza, desde el ahorro, desde el servicio y desde la decisión de creer en la gente cuando más lo necesita. Eso fue Conavi