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En los últimos años, los family offices han dejado de ser solo vehículos patrimoniales para convertirse en plataformas activas de inversión, con propósito y estrategia definidas. Estas sociedades familiares, creadas para preservar la riqueza y gestionar el patrimonio de una familia, son hoy centros de decisión que combinan capital de largo plazo, visión multigeneracional y una creciente capacidad de influencia. En un entorno donde el retorno ya no es el único objetivo, estos vehículos ofrecen autonomía operativa, agilidad y flexibilidad para ejecutar.
Según un estudio reciente de Deloitte, existen hoy más de 8.000 single family offices en el mundo, frente a los 6.130 registrados en 2019. Se estima que ese número superará los 10.700 para 2030. En conjunto, gestionan aproximadamente US$5,5 billones en patrimonio familiar, con proyecciones que lo elevan a US$9,5 billones en la próxima década. Este crecimiento no es solo cuantitativo. 73% de los encuestados busca institucionalizar su estructura, 66% aumentar la sofisticación operativa, y 55% diversificar activamente sus geografías de inversión y clases de activos.
Ejemplos internacionales revelan la escala y sofisticación de estos vehículos. El family office de Bernard Arnault (Lvmh), Agache, invierte en tecnología, lujo y venture capital. Mousse Partners, de la familia Wertheimer (dueños de Chanel), gestiona más de US$90.000 millones con un enfoque global. Bezos Expeditions, Emerson Collective, CZI y Soros Fund Management combinan inversión estratégica con filantropía estructurada e influencia social. Cascade Investment, de Bill Gates, actúa como brazo inversor con participaciones en infraestructura, hotelería y agricultura.
En América Latina, Kaszek Ventures representa una nueva generación de inversiones impulsadas por capital familiar. Fundado por Hernán Kazah y Nicolás Szekasy (ex Mercado Libre), el fondo ha canalizado capital latinoamericano hacia tecnología e innovación con una tesis regional clara. Su crecimiento confirma que los family offices en la región están migrando de la gestión pasiva hacia modelos proactivos, con gobernanza sólida y tesis de negocio definidas.
Familias empresarias en Latinoamérica han comenzado a estructurar sus offices con comités de inversión robustos, equipos profesionales y mandatos ambiciosos. El informe Family Office Compass 2024 de EY señala que 72% de los offices latinoamericanos están expandiendo su mandato hacia activos alternativos, deuda privada, entre otros. Las nuevas generaciones -formadas globalmente y con sensibilidad ESG- están transformando estos espacios.
Un diferencial clave de los family offices es su independencia. Al no responder a LPs (inversores institucionales) ni a ciclos de recaudación, pueden tomar decisiones con perspectiva de décadas, evaluar oportunidades en etapas tempranas y construir alianzas que prioricen impacto. Esta autonomía ha atraído a profesionales experimentados (banqueros, economistas, abogados) que hoy prefieren contribuir a un proyecto con visión familiar y duradero.
En este nuevo capítulo del capital privado, el family office bien diseñado ya no es solo una herramienta financiera. Es una estructura de gobierno con criterio propio, un vehículo de proyección estratégica que permite a las familias empresarias no sólo preservar lo construido, sino moldear el futuro. No es solo legado, es visión.
El primer daño es el tránsito de la búsqueda genuina de la verdad hacia la imposición de la posverdad, donde los hechos dejan de importar y son reemplazados por narrativas conveniente