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Analistas 20/04/2022

Instituciones que generen confianza

La República Más

Colombia no es un fenómeno ajeno al panorama internacional, aunque sí más pronunciado en la desconfianza generalizada en la institucionalidad y en los líderes que la representan. Esta realidad esconde un círculo vicioso de cuatro puntas que crece nutriéndose de la mentira, las noticias falsas (fake news), la profundización de las problemáticas sociales y la carencia de debates con altura sobre los temas estructurales del país. La consecuencia natural de la desconfianza es que limita el desarrollo económico, social y sostenible del país. Es precisamente el deber del Estado desde la concepción de su atemporalidad generar confianza por sus instituciones, independiente del gobierno de turno. Por tanto, la desconfianza hoy reinante no es más que el reflejo de que como país hemos fracasado en consolidar un proyecto de Estado donde uno, si no el más importante pilar sea el fortalecimiento de la institucionalidad para la generación de confianza.

El informe global de Edelman Trust Barometer 2022 ubica a Colombia como uno de los países de mayor desconfianza. En este sentido el resultado es revelador al plantear porcentajes de confianza de 32% en el Gobierno, 38% en los medios, 59% en ONG, 63% en las empresas y en el que más confía la gente es su empleador, con 81%. En este mismo informe, el balance global de los 28 países en los cuales se aplicaron más de 36.000 encuestas es contundente al plantear que el Gobierno es incapaz de resolver los problemas de la sociedad, no es el mejor para asumir liderazgo y obtener resultados.

Llama poderosamente la atención que sí genere en mayor medida las empresas esa confianza en el rol protagónico para realizar grandes transformaciones. Si asumimos este resultado como un instrumento para los gobernantes, es claro que el papel central de ellos y de su gobierno debe ser además de generar confianza, crear los escenarios propicios para que otros actores le ayuden a resolver los problemas estructurales y a generar prosperidad.

El gobernante debe asumir un rol de liderazgo en el proyecto de Estado fortaleciendo la institucionalidad. Para cumplirlo lo único que debe entender es que, si no existe confianza, el gobierno será débil, carecerá de efectividad y tendrá una baja valoración de la población. No se puede olvidar que existen buenos gobernantes (con ejecutorias), pero con malos gobiernos y mínima confianza. Preocuparse por institucionalidad de calidad como proyecto de Estado y el impulso a liderazgos que generen confianza es la garantía para que el país independiente del gobernante cuente con gobiernos que promuevan la democracia, respeten los derechos individuales, la libertad económica y justicia imparcial; todos estos, bases fundamentales para el desarrollo, el crecimiento económico y la prosperidad social.

Es preciso aclarar que instituciones perfectas no existen, estas deben someterse a procesos de ajuste y deseable crecimiento continuo. Particularmente creo que el país si asume con rigurosidad (como se viene haciendo por parte del gobierno) el ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos - Ocde - Colombia fortalecerá su institucionalidad y tendrá efectos positivos tanto en lo económico como en lo social. Este nuevo escenario Ocde, optimista por supuesto para lo que debe signif

icar en la generación de confianza la institucionalidad, trae consigo una transformación del Estado; el fortalecimiento del gobierno corporativo, la modernización de las prácticas públicas, el fortalecimiento de la justicia, la lucha contra el crimen y la corrupción.

Finalmente, las dificultades por las que atraviesa la institucionalidad y la desconfianza en los gobiernos no son nuevas, pero sí más profundas. Como sociedad debemos entender el papel que corresponde para la realidad que se enfrenta, es claro que hoy más que nunca es trascendental diferenciar las instituciones técnicas de las políticas, así como los roles que allí se asumen. También es preciso resaltar que se espera que las empresas fortalezcan su vínculo con temas sociales trascendentales como lo es el empleo, el acceso a salud de calidad y el cambio climático. Así mismo, de los líderes se espera que debatan y ayuden en la construcción de agenda en términos de medio ambiente, tecnología e inclusión laboral y empresarial.

A modo de conclusión, entendiendo que el país y el mundo están atravesando un cambio de época, es necesario revertir para el caso colombiano las conclusiones de Acemoglu y Robinson en su libro ‘Por Qué Fracasan los Países’, donde plantean que el proceso político no crea instituciones económicas inclusivas. Por tanto, este momento del país debe permitir entender que el problema político central y el nuevo rol de los líderes empresariales, sociales y políticos pasa por democratizar el acceso al poder e impulsar como política de Estado instituciones que generen confianza y prosperidad.

¡No se resuelve la diferencia ni se construye paz, donde prima la desconfianza!

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