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Analistas 03/02/2024

¿Talante democrático del Gobierno?

Juan Pablo Liévano Vegalara
Exsuperintendente de Sociedades

Los venezolanos sellaron su destino. Aburridos con la política tradicional y la enquistada corrupción, decidieron elegir a Hugo Chávez como presidente en 1999. Muchos ingenuos pensaron que era la salvación de la democracia venezolana, a pesar de que en 1992 Chávez había intentado un golpe de estado. Al poco tiempo del intento de golpe, el presidente Caldera, casi un octogenario, decidió concederle un sobreseimiento, por no decir que un perdón al teniente coronel; un claro error histórico del que aún padecemos sus consecuencias. Chávez empieza de manera controlada, como buen futuro dictador, pero su piel de oveja mansa empezó a caerse, hasta dejar ver la piel de lobo estepario o depredador autócrata y comunista.

Su empuñadura en el poder era tan fuerte y aberrante que el régimen logró perpetuarse después de su muerte con Nicolas Maduro, un dirigente opaco y mediocre, por no decir malo y criminal. La nación venezolana terminó empobrecida y con los índices más bajos de desarrollo humano. Un país que lo tenía todo, terminó con sus ciudadanos sumido en la peor de las indigencias y limitaciones a la libertad. Y a pesar de la pobreza, la represión y la falta de libertades, los venezolanos aún siguen resistiendo. Sus líderes, López, Capriles, Guaidó y Machado, lo han intentado y han sido perseguidos. La oposición no estuvo sola. Tuvo “ayudas” hace unos años de los gobiernos colombiano y estadounidense. El Gobierno americano, especialmente bajo la administración republicana, decretó sanciones de tipo económico con el fin de que el Gobierno Maduro modificara sus conductas antidemocráticas y, sobre todo, realizara elecciones libres.

El Gobierno Biden, de los demócratas, de la manera más ingenua, irresponsable y hasta cómplice con la violación de los derechos humanos y la democracia, decidió liberar a Alex Saab y levantar parcialmente las sanciones económicas, específicamente la comercialización de oro, petróleo y gas. El trato consistió en liberar a 34 personas que estaban en las cárceles venezolanas, dentro de los que estaban 10 ciudadanos estadounidenses. Toda una “ganga” y, eso sí, pervirtiendo todos los valores democráticos americanos y perdiendo la oportunidad de enjuiciar a Saab y saber realmente cuál es la conexión entre el Gobierno venezolano y otros gobiernos y líderes del mundo. Toda una afrenta a lo que significa la unión americana, como paladín de la justicia global.

Por supuesto que, parte del trato, era la realización de elecciones libres en Venezuela, lo que implicaba dejar participar a María Corina Machado, líder indiscutible de la oposición. No obstante, la Contraloría General de Venezuela, dominada por el régimen, decidió inhabilitarla por 15 años, por supuestamente no incluir en su declaración jurada de patrimonio el pago de bonos de alimentación. Suena a chiste, pero es así. Al final, el Gobierno venezolano se burló, impunemente, del débil Gobierno Biden. A la fecha, varios gobiernos latinoamericanos se han pronunciado en contra de esta afrenta a la democracia.

Otros aún no lo han hecho. En Colombia seguimos esperando un pronunciamiento del Gobierno Petro en contra de la inhabilidad de Machado. Lo cierto es que los pronunciamientos de los gobiernos latinoamericanos, en este caso, determinan su talante y, en últimas, lo que quieren para su propio país.

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