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Analistas 17/06/2023

Pasar de castaño oscuro

Juan Pablo Liévano Vegalara
Exsuperintendente de Sociedades

Dentro de nuestras tradiciones españolas, aun cuando por estos días parece que nadie las quiere reivindicar, y solo importan las indígenas y africanas, está la famosa frase “pasar de castaño oscuro”, aceptada por la Real Academia de la Lengua. Según la tradición, la expresión viene del País Vasco, durante el tradicional día de la “Castaña Asada”. Se dice que un hombre fue contratado para realizar la tarea de asar las castañas. El sujeto, por flojo, mediocre y descuidado, se quedó dormido y quemó las castañas. Así, para no perder su empleo, le indicó a su empleador que las castañas eran así, muy oscuras. No obstante, en Colombia, se usa la expresión “pasar de castaño a oscuro”, conforme al Lexicón de Fraseología del Español de Colombia de Siervo Mora Monroy, puesto en circulación por el Instituto Caro y Cuervo en 1996.

En palabras sencillas, como lo indica la tradición, la frase se refiere al momento en el que se “sobrepasan los límites tolerables de una situación o circunstancia”, y la cual cambia para mal drásticamente, es decir pasa a castaño oscuro o a oscuro. Pues bien, esta semana el Gobierno hizo que la situación pasara de castaño oscuro. Suficiente por sí solo que quieran “pupitrear” reformas sin pies ni cabeza, “Frankensteins” legislativos, como la reforma a la salud, la laboral y la pensional, que perjudicarán a toda la nación, a lo que le sumarán reformas a la educación y a los servicios públicos, con la misma corriente ideologizada de doctrina estatal y colectivista.

Pero otra cosa, adicional a las reformas, son las castañas que han estado cocinando en el Palacio de Nariño, o que se cocinaron en la campaña, pues pasaron de castaño oscuro. No es tolerable, ni aceptable, la situación de la exjefe del gabinete, el robo de la maleta y la plata, los polígrafos, las chuzadas, las disputas internas y las revelaciones de Benedetti y, mucho menos, el supuesto suicidio (pendiente confirmación por las autoridades competentes) del Coronel Dávila. La tolerancia y la paciencia tienen sus límites. Las formas y las instituciones, que validan los procesos administrativos y legislativos, siempre hay que respetarlas y manejarlas con sumo cuidado. Si además sumamos los discursos provocadores del Gobierno, parece que las castañas realmente se quemaron. Debemos tener claro que el Gobierno, y su Pacto Histórico, no son mayoría. Por lo tanto, lo que propongan debe ser aprobado por el Congreso, lo que requiere, necesariamente, desprenderse de consideraciones ideológicas y llegar a acuerdos políticos en beneficio de todo el país.

Por otro lado, la claridad y la transparencia en el manejo de la cosa pública y el poder deben primar. No es aceptable que la ciudadanía tenga sospechas y desconfianza de su Gobierno, que debe dar explicaciones completas, y no simples trinos y comunicados que, en lugar de aclarar, oscurecen. Esperemos, por el bien de todos y la continuidad institucional, que el Gobierno corrija el rumbo, no siga quemando las castañas y termine su periodo el 6 de agosto de 2026. Por lo pronto, parece que las pésimas reformas van rodando al estanque, lo que beneficiará a todo el país, pues no se afectarán negativamente las empresas y el empleo.

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