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Tribuna Universitaria 17/08/2017

Uber, taxistas y la libre competencia

Juan Manuel Nieves R.
Estudiante de Comunicación Política
JUAN MANUEL NIEVES
La República Más

Carros quemados, enfrentamientos todos los fines de semana, usuarios agredidos y la policía haciendo retenes para cazar un servicio que revolucionó el transporte público, Uber.

Pero ¿por qué pelean tanto los taxistas y señalan que existe una competencia desleal? La respuesta principalmente es por los llamados “cupos”. Estos son el derecho que tiene un vehículo de transporte público para trabajar en Bogotá. Dicha restricción nació como una regulación del Ministerio de Transporte para mantener el equilibrio del mercado y controlar el ingreso de taxis a la capital. En el momento, según el Ministerio, hay cupo para 50.007 taxis y hasta que no salga uno no puede entrar otro; de ahí que los llamados “cupos” se encarezcan paulatinamente. Según la revista Dinero, en el año 2004 un cupo valía $14 millones, en 2010 había subido a $58 millones. Con esta regulación finalmente se vieron beneficiadas las grandes compañías y sus representantes los cuales manejan los cupos, restringiendo así el libre mercado y perjudicando a los taxistas.

Resulta no menos que curioso, que al intentar controlar el mercado con los “cupos”, la oferta de Uber haya empezado a hacer mella en tal mercado.

En Bogotá, es una queja constante el mal servicio que prestan los taxis: muchos son agresivos manejando, sus carros no están en las mejores condiciones y varios estuvieron involucrados en ilícitos; basta recordar el asesinato de los agentes de la DEA y tantos casos de robo que son denunciados.

Adicional a lo anterior la regulación llevó a que Uber se posicione como una alternativa de negocio para los mismos taxistas, que como el gremio mismo reporta, prefieren vender su “cupo” y taxi para comprar varios Uber y a que los usuarios exijan una mejor calidad en el servicio.

Las consecuencias más visibles de esta competencia se han reflejado en las últimas semanas; en primer lugar, por primera vez se corta la tendencia de encarecimiento de los “cupos” y estos se estabilizan en $70 millones. En segundo, los taxistas cambian el método de pago: previamente, igual que con Uber, se da un estimado de la tarifa y se controla electrónicamente, evitando los famosos taxímetros adulterados. Aun así, el problema y la violencia de los taxistas se sigue incrementando y nada justifica su actuar agresivo.

Pero entonces ¿el remedio será prohibir o regular el Uber? No, la solución no es restringir el acceso de la empresa o cobrarle impuestos; ella va encaminada mejor a quitar los “cupos” de los taxistas y así dejar que el mercado regule la oferta y la demanda. Finalmente serán los usuarios los que decidirán cuál servicio escoger y por cuál pagar. Las autoridades mientras tanto deberán velar por la seguridad y la tranquilidad de las personas que quieren trabajar y por los usuarios que con todo derecho deciden cómo y por qué pagar.

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